Recién seis años atrás,  la República de Malta- país insular miembro de la Unión Europea (UE)- aprobó el divorcio en pleno siglo XXI (prohibido también en Filipinas y el Vaticano); ahora el debate sobre el aborto vuelve a ganar fuerza con la batalla por la llamada "píldora del día después". 

El país situado en el Mediterráneo, densamente poblado, parece estar al margen de las mayorías de las sociedades del llamado "primer mundo" en lo que se refiere a la posibilidad de las mujeres a decir sobre sus cuerpos y a mujeres y hombres sobre la natalidad. 

La interrupción del embarazo sigue siendo el gran tabú  en ese país y obliga a que  decenas de maltesas deban asistir a clínicas de Londres o Sicilia para abortar.

La legalización- hace tres meses- de la llamada píldora del día después reabrió el debate sobre el aborto en un sistema legal que sigue apegado a la religión cristiana que practica más del 90 % de su población. Incluso algunos farmacéuticos se niegan a venderla acogiéndose a la cláusula de conciencia o por miedo a quedar estigmatizados y ser boicoteados por grupos anti abortistas que realizan cazas de brujas. 

La religión está tan arraigada en la educación de los malteses que ni siquiera la asociación que impulsó la legalización de la píldora se atreve a apoyar públicamente la despenalización de la interrupción del embarazo en caso de violación o peligro para la vida de la mujer. Pero las batallas tienen frentes más privados y de puja en el que las maltesas reclaman entrar en el siglo XXI y abrir un debate a conciencia.