De una manera prejuiciosa y abusiva, el periodista que se encontró con el hecho delictivo consumado no cesó de avergonzar a las mujeres demoradas acosándolas con preguntas fuera de lugar, en el intento de exponerlas como un peligro para la sociedad.

Como si una maestra jardinera estuviera retando a los chicos del jardín, se despachó con consultas como "¿qué les causa tanta gracia?", o "¿para qué robaron una crema chantilly?", en un claro aprovechamiento de su rol para 'enjuiciar' televisivamente a las jóvenes.