Mientras avanza la causa judicial que investiga la muerte de Débora Pérez Volpin (50), Héctor A. Defranchi, el encargado de Neumonología y Endoscopía Respiratoria del Sanatorio de la Trinidad Palermo, envió una carta de lectores al diario La Nación en la que destaca, entre otras cosas, que "los errores, si es que los hubiese habido no deben ser sinónimos de culpa" y critica el accionar tanto de los medios como de algunos colegas.

Este es el texto completo:

Recientemente, la opinión pública y la comunidad se vieron sacudidos por la trágica noticia del fallecimiento inesperado de la señora Débora Pérez Volpin. Al ser una persona muy querida, talentosa y joven, el impacto en la sociedad fue enorme. Recuperar la salud es el propósito último de todo acto médico. Mucho se ha escrito sobre heurística, de cómo actúa el cerebro médico en la toma de decisiones. Sin embargo, muchas deben tomarse en soledad, confiando en el buen criterio y la experiencia de los profesionales. La toma de decisiones es un proceso que no siempre puede esperar y frecuentemente exige conductas rápidas, ya que la vida del paciente depende de esto. El médico no piensa tanto en el diagnóstico, sino en qué procedimientos emplear, porque bien elegidos, el mismo va a llegar, aun no habiendo pensado en él. Primero se piensa y luego se actúa.

Hemos escuchado a través de los medios todo tipo de especulaciones, la mayoría, producto de la impotencia frente a la desaparición de la querida compañera. Sin embargo, han abundado las voces descalificantes, sin el mínimo sentido del resguardo de la ética profesional. Los errores, si es que los hubiese habido no deben ser sinónimos de culpa. No soy ajeno al hecho que de haberse cometido, la consecuencia fue enorme, la pérdida de una vida humana. Los errores de otros jamás deben explotarse para lograr el prestigio propio. Esto ha sido moneda corriente en la mayoría de las declaraciones, y lo más indignante que presenciamos fueron comentarios vertidos por profesionales, que aprovechando toda ocasión para lucimiento personal, y exhibiendo un grado de vedettismo no concordante con la profesión médica, trataron de pasar por expertos calificados, creyéndose dioses y dueños de la verdad absoluta. El error, aunque duela, es respetable, pero el engaño no. El engaño es dañino, es sucio, es engañar para lograr el beneficio propio. Esto es intolerable y muestra una inescrupulosidad aberrante. A los opinólogos de turno, deben saber, que ningún acto médico esta desprovisto de riesgo, por más simple que parezca. La endoscopía digestiva alta, tiene riesgos inherentes al mismo procedimiento, imprevistos que solo los médicos actuantes conocen. El riesgo cero no existe. La muerte inesperada es terrible. Perder un ser amado, en las circunstancias que ocurrió es una tragedia que deja a quien la padeció con sueños incumplidos, que solo pueden valorar en toda su dimensión sus seres queridos. La actuación de parte de la prensa ha sido en general lamentable. Los profesionales médicos, convertidos en estrellas mediáticas, más lamentable todavía, y condenar a alguien sin pruebas es indecente, es culpar sin probar. La opinión pública aterrada. Esto no es ayudar, es dañar y confundir. Infinidad de pacientes no aceptan realizarse una endoscopía digestiva. ¿A quién debemos culpar ahora?

Mi mayor solidaridad principalmente para los familiares por la pérdida irreparable, y sin emitir juicio alguno, me solidarizo también, con los profesionales actuantes, por haber sufrido ya la condena mediática, previo a la exhaustiva investigación de los hechos, haya o no mediado un error involuntario.