Probablemente, tus hijos sean fanáticos de las películas de animación de Disney, y cuando eras chico, seguramente en tu casa existían copias de aquellos clásicos infantiles en los cuáles las fantasías más preciadas estaban relacionadas con el matrimonio y el "vivieron felices y juntos por siempre".

También podría deducir que, seguramente ya en la adultez, te diste cuenta que los estereotipos propuestos por el gigante norteamericano no se condecían con la realidad.

La unificación de gustos e intereses, la persecución de la felicidad sólo después de conocer al príncipe, la idealización del rol masculino, entre muchísimas consecuencias más, rigen el comportamiento de las sociedades modernas y le deben mucho a la bajada de conceptos para los más chicos.

La investigadora del CONICET Alejandra Martínez, en una entrevista publicada en infoblancosobrenegro.com, analizó las normas de género que se instalaron en las sociedades consumidoras de la cinematografía estadounidense

"Las películas de Disney llegan a los niños latinoamericanos sin mediaciones y enseñan los mismos valores que los estadounidenses les presentan a sus propios hijos", explicó sobre el colonialismo cultural que resulta del gran consumo y marketing que tienen los personajes del gigante de la animación.

"Estas películas llegan a los pequeños de la mano de las personas en que ellos más confían: sus padres. Por eso se transforman en productos educativos indiscutibles. Además, los adultos dejan a los niños frente a la pantalla solos, por lo que los contenidos no suelen ser discutidos y se vuelven poderosísimos transmisores de estereotipos", argumentó sobre el rol de los padres y su extendida permisión.

"Qué niña no va a querer ser una princesa que es bella, buena y, en consecuencia, le está destinada una vida de felicidad eterna? El mensaje es poderoso: quien es bella y esencialmente buena, merece la felicidad", sentenció la especialista.

"El premio mayor es el amor asociado al matrimonio, pero para poder acceder a ambos, los personajes deben cumplir ciertos requisitos. En el caso de las mujeres tienen que ser bellas, bondadosas y seguir las normas sociales, porque si así no lo hicieran, entonces el premio del matrimonio, que es la puerta para la felicidad eterna, se volverá inaccesible", advirtió.

"La princesa siempre es pasiva y tiene que ser rescatada por el varón, que es mostrado como activo. Las decisiones que impactan en la vida de la mujer son tomadas por el padre o el novio. Esto se relaciona con el tradicional eje de sentido producción, reproducción. Ser mujer es, desde esta mirada, ser madre, atendiendo a otros, adentro de la casa. El varón debe traer el pan", puntualiza sobre la diferencia con la masculinidad.

¿Consecuencias? "Producen mucha insatisfacción. Una princesa, de acuerdo a estos think tanks, debe ser esencialmente buena, bella, rubia, blanca, delgada y agraciada en todo sentido. Pero ¿qué pasa si una no es así? ¿Qué referencia tiene una niña con otra fisonomía, etnia y/o realidad socioeconómica en la pantalla grande acerca de sus posibilidades de alcanzar la felicidad? Es previsible que surja en ella la idea: 'la felicidad eterna no es para personas como yo'. O peor aún, puede pasar toda su vida intentando alcanzar un modelo que es, en realidad, inalcanzable."

"Mi mayor trabajo de docencia y transferencia hoy consiste en mostrar que este tipo de productos hace infeliz a mucha gente, porque reproduce modelos inalcanzables, injustos, irreales, inequitativos. Invito a pensar, ¿quién gana con esto? ¿Cuánto le conviene al sistema y al mercado que una persona se desespere por ser bella, delgada, príncipe o princesa? ¿Cuánto dinero se invierte en esa búsqueda?", se pregunta y cuestiona al lector.

Rapunzel

"Tiene algunas habilidades de combate, pero el arma que usa para defenderse es una sartén, reproduciendo los estereotipos de género más tradicionales. Ella es mostrada indefensa viviendo en una torre y aunque es físicamente capaz de bajarse arrojando su trenza, no se anima a hacerlo hasta que el varón no habilita su descenso."

Frozen

"Una de las protagonistas es una mujer tan poderosa que se vuelve intocable. Es reina y tiene el poder de congelar, pero es solitaria, porque tiene poderes que ningún varón puede equiparar. Entonces nadie puede acercarse a ella; ese es el precio del poder femenino."

La Princesa y el Sapo

"Tiana es afroamericana, una camarera con sueños de tener un restaurante, para lo que trabaja muy duro. Un día le prestan un disfraz de princesa y se encuentra con un sapo que es, en realidad, un príncipe africano caído en desgracia. Ella lo besa y, como ocurre siempre cuando él es más feo que ella, Tiana se convierte en sapo. Entonces, comparten aventuras y cuando vuelven a sus corporeidades humanas, logran poner un restaurante donde trabajan ambos. La chica afroamericana no es princesa y, por eso, consigue un príncipe a su medida. Reproducen las condiciones materiales y sociales de su existencia."