Es difícil decidirse si admirar la sangre fría de este cliente o preocuparse por su falta de registro del peligro que estaba corriendo. Hay una tercera opción, que es la que muchos usuarios de las redes sociales sostienen, que es que estuviera vinculado a los delincuentes, aunque parece poco probable que no hubiera actuado el mismo temor que el resto.

Lo cierto es que este hombre no se detuvo, entre bocado y bocado, ni siquiera cuando le apuntaron con la pistola en la cabeza. Se ve que el hambre le quitó el miedo.