Hasta 2008, Javier Broggi fue responsable de Cultura y Turismo de Urdinarrain, municipio ubicado al sudeste de Concepción del Uruguay; durante muchos, también fue secretario del Colegio Nacional de esa localidad.

Ahora, a través de un correo electrónico que envío a los padres de una de sus víctimas, confesó haber abusado sexualmente de decenas de chicos, todos hijos de familias amigas de las cuales obtenía la confianza.

Los hechos por los que se acusa a Broggi ocurrieron entre 1988 y 1995, cuando abusó de más de 40 chicos de entre 6 y 13 años, quienes, al llegar a la adultez, denunciaron en la justicia los ultrajes padecidos, por lo que tomó estado público.

Según se supo, este individuo actuaba logrando la confianza de matrimonios con chicos de esa edad; luego invitaba a las potenciales víctimas a su casa para hacer actividades lúdicas, como ver una película, dibujar o mostrarles el último videojuego. En ese contexto, el hombre los tocaba y les eyaculaba en el rostro.

"Javier ponía una película, se masturbaba y me ponía el pene en la cara. Me hacía arrodillar, para pasarme su pene. Conmigo se ensañaba siempre. Mis padres me mandaron como a diez psicólogos, pero nunca se me fue el odio que me generó. Javier me hacía sentir siempre como una basura; como el negrito del barrio, el piojo resucitado, mientras él era todo en la sociedad", declaró uno de los abusados.

En las últimas horas, Broggi envió un email a los padres de una de sus víctimas, con el siguiente texto:

Nada peor que verlos con el corazón destrozado.

Se fue a la mierda mi imagen de amigo o de hermano. Se cayó mi cara oculta. Mi lado oscuro de mierda que tuve. Yo sé que pedir perdón no alcanza, que nada alcanza. ¿Qué va a alcanzar?

Yo agradezco tanto que hayan sido tan valientes a pesar de la procesión que llevan. Yo no sé cómo se remedian estas cosas. Nunca creí que podía hacer tanto daño. No me cabe ni en mí. Si para ustedes era un hermano, para mí también eran mi familia. Digo era. Porque va a ser difícil que me miren con la misma cara. Yo no tengo temor en hacer todo lo posible para que su hijo no sufra.

No sé cómo. Pero hoy el dolor me llegó hasta los tuétanos. Estoy como en el aire. Pero siempre me quedo en que el otro queda peor. Será que toda la vida tuve estas mierdas. Será que me volvió el pasado que no quiero. Será, qué sé yo. Yo nunca voy a olvidar esta noche. No puedo olvidar las palabras y ese llanto sincero por alguien que les cagó la vida. Como si no hubieran tenido demasiado. Qué mazazo.

Este es el click que quizás necesitaba para darme cuenta de que tengo que tratarme. Que esas cosas terribles que hice hoy me avergüenzan. Pero sobre todo me hacen mirar hacia atrás. Soy una mierda, ya lo sé. Pero al menos quiero recomponer lo mínimo que pueda. Pedir perdón no va a alcanzar ni el día del arquero. Pero es la primera palabra que me sale.

Ahora sí que nosotros los de entonces ya no podemos ser los mismos. Nunca sé por dónde voy a empezar a recuperarme. No sé tampoco cómo me van a mirar mañana ustedes o los chicos. No quiero ser la víctima. Soy el que provocó -con mis mambos sin resolver- una situación que los derriba.

Creo que la mejor manera será hablar. Tratar de ayudar y que me ayuden. Yo siento por ustedes el mayor afecto. Eso no se puede diluir. Es quizás el punto de recuperar este pasado que hay que sacar.

Vivir confundido es lo que siempre me mató. No es una vida fácil. Yo sólo quiero que vuestro hijo pueda hablar conmigo. Que me cuente para que me pegue y me haga descender al infierno que tiene que haber vivido. A lo que vive. A partir de esto, yo haré todo lo que sea.

Por lo pronto, para mañana suspendo las reuniones. Quedo a la espera. Un mensajito. Una llamada. Yo quiero que al menos mi corazón no se caiga más. Y menos el de ustedes.

Sé que puede parecer banal todo esto. Sé que es fácil escribir. Sé que la fama de convencer con palabras es un terrible estigma. Pero también sé, y lo asumo, que soy culpable.