No iba a hacer una nota sobre lo de Ari Paluch. Primero porque ya estaba casi todo dicho y segundo porque creía que él no merece siquiera párrafos directos. 

Pero hoy, pensando en el tema, me di cuenta de que esto que pasó y que horroriza y escandaliza al mundo del periodismo, no es distinto a lo que vivimos las mujeres durante toda nuestra vida. Lo tuitee y comencé a recibir tantas anécdotas violentas y situaciones de acoso que me pareció bien darle un lugar, juntar todo y armar un textito. Digo, Ari Paluch tocando un culo sin permiso no es una excepción, es la foto de nuestra adolescencia. *

Cuando era chica, el momento boliche era un momento particular porque sabíamos todas que caminar por ahí, y mucho más si el lugar estaba lleno, era mano en el culo, agarradita de mechón de pelo, tocada de teta, cintura, esquivar besos sorpresivos de personajes que no tenías ni idea de dónde salían. Todo eso, todo ese caminito hasta donde nos dirigíamos era en silencio, mirando para abajo e intentando no hacer contacto visual con nadie por las dudas no se crea que dale, vení y chapemos. Sí. A veces con sólo un contacto visual bastaba. *

Pero si eso hoy nos parece siniestro, no era lo peor. Lo peor de todo eso era que si ninguna mano me tocaba, sentía que seguramente estaba fea pues a mis amigas las re tocaban desconocidos. Era nuestra vara, nuestro parámetro para saber si estábamos dables, potables, lindas. ¿Se entiende el horror? No sólo estaba re naturalizado que nos toquen desconocidos sin nuestro consentimiento sino que, además, si no pasaba, nos sentíamos mal. 

Los chicos lo re hacían. Muchos, no todos pero muchos. Y era la manera de avanzarnos, de chapar, de conocerse con alguien. Abordarla así, a la fuerza y demostrándole sin ningún reparo, que nuestro cuerpo y toda nuestra humanidad, puede ser de ellos si así lo desean. 

Ahora, si te negabas, si decías que no, podías tener consecuencias fuertes. Desde insultos hasta empujones o forcejeos. Varias anécdotas que recibí de chicas en los boliches me dejaron petrificada. Desde "mi primer beso fue a la fuerza" hasta "una vez dije que no y me me tiró contra el sillón y me manoseó toda". Eso que escribo, eso que pasamos muchas y que no son casos aislados, son violaciones. Pequeñas, contundentes y naturalizadas. 

Es que desde que empezamos a entender al mundo nos vienen contando que el poder compra la belleza y la belleza es potestad de las mujeres y, el poder, de los hombres. Entonces, ¿cómo ellos no van a creer que nuestro cuerpo les pertenece? La lógica te lleva hasta ahí. Si las publicidades me lo muestran, si las series, las revistas, los noticieros, nuestros padres y madres, el colegio. Desde todos lados nos llega información que confirma que eso es así, las mujeres podemos ser abordadas por ellos de la manera que crean correcta y sin acuerdo que va a estar bien, se supone que así se gana. 

Cuando Ari Paluch le toca el culo a su compañera de trabajo no es un horror, es algo que hacen siempre muchísimos hombres. De hecho, la definición de hombre de este sistema es esa. 

Dos cosas. La primera, quiero explicar brevemente el concepto de "hijo sano del patriarcado" porque varias personas me refutaron la frase con "son monstruos del patriarcado" o "enfermos del patriarcado". No. ¿Por qué no? Porque si le decís enfermo en realidad estás diciendo que pobrecito y ningún pobrecito, él es el resultado perfecto de una sociedad machista. Porque si le decís monstruo lo alejás de la sociedad, lo tratás como excepción y lejos está de ser un caso aislado, él es el ideal de este sistema, es la expresión máxima de un macho, es lo que el patriarcado quiere que sea, a su imagen y semejanza. 

La segunda es una pequeña anécdota que, creo, la conté ya alguna vez. Una noche un tipo me agarró de la cintura y tuvo la mala suerte (?) de que lo hizo cuando yo ya era feminista. Lo saqué haciendo fuerza y le dije que no me toque. Volvió a acercarse y me dijo "vos decís que no pero en realidad querés, las mujeres son así". Y ahí me cayó la ficha de que todo lo que nos enseñan está mal. Que a ellos les enseñan que somos histéricas y que ante eso, todo lo que hacemos o decidimos sobre nuestro cuerpo y ellos, no tiene efecto alguno, no importa, nunca sabemos lo que queremos entonces ellos deciden por nosotras. "Si a las minas les gusta". Claro. A ellos les enseñaron que nos gusta el tipo rudo, el que sabe lo que quiere, el que te toma por la cintura y te da un beso sin que vos quieras y vos ahí, en sus brazos, te desarmás lentamente y te enamorás de ese machito de pelo en pecho. 

Muchos hombres me respondieron que ellos no son ni fueron así pero que adelante de sus amigos quedaban como unos pelotudos o unos perdedores porque RESPETABAN a la mina y su deseo. Hace unos días hablaba con un amigo que me decía que se alejó de un chico con el que andaba siempre porque era muy machista. Que siempre lo fue pero él ahora veía que eso estaba mal, cosa que antes no le pasaba. Y festejé un poco, qué decirles. Porque eso, que un hombre separe, señale, discrimine a un machista, a un misógino, es el resultado de nuestra lucha, de mujeres que día a día le contamos a los tipos en el infierno que vivimos por estas acciones naturalizadas hasta por nosotras mismas. 

El tema es que cuando te despertás, ya todo cambia. Hoy me ponen una mano encima sin mi consentimiento y me parece un acto cargado de muchísima violencia real y simbólica. Y lo leo así porque entiendo de dónde viene, porque el acoso callejero es igual, porque los femicidios o las violaciones son la consecuencia de todas estas pequeñas cositas que van ubicándonos en esta sociedad como productos sin voz ni voto, como damiselas en apuros.

Pero cuando te das cuenta de que tu cuerpo es tuyo, de que no hay quien pueda tocarte si no querés, de que podés decir que no y no sentirte culpable, es una sensación tan gigante, tan indescriptible que, sin exagerar, no entra en palabras. Ahora que sé que mi cuerpo es mío y de nadie más, deseo no tener miedo de defenderlo. Deseo que todos ustedes, hombres, frenen a los machistas y deseo que todas ustedes, chicas, pasen por acá, por lo mismo que pasé yo y que pasamos muchas al descubrir nuestro poder, nuestro derecho y nuestra mejor y más hermosa arma: el feminismo.  

Dibujo: Martín Garabal. 

* Cabe destacar que lo de Paluch es doblemente grave pues fue en un ámbito de trabajo en donde se impone, además del machismo, la jerarquía laboral.   

* Este otro asterisco es porque hice toda la nota en pasado pero estas cosas, seguramente, continúan sucediendo.