Tras un incendio en el taller clandestino donde trabajaba, Esteban Mur perdió a sus hijos Rodrigo y Leandro. A pocos días de la tragedia, el hombre, de nacionalidad boliviana, dio a conocer detalles sobre las aberrantes condiciones en las que trabajaba junto a sus familiares.

Mur llegó en 2009 a la Argentina con un objetivo concreto: conseguir trabajo y poder tener un mejor pasar económico. En el país consiguió entrar a un taller clandestino -ubicado en las calles Terrada y Páez- que era manejado por una persona de nacionalidad coreana. Desde ese momento, empezó a trabajar noche y día junto a su esposa Corina Menchaca y tres personas familiares adultos por una módica suma de dinero.

"En el taller trabajábamos cinco personas mayores, tres cuñados míos, mi mujer y yo. Los cuatro chicos jugaban en el taller. Vivíamos los nueve juntos en una habitación", comentó en una entrevista a Radio Uno. Un cuarto sin ventanas ni ventilación pero con ocho colchones.

Mur tenía cuatro hijos. Pero el 27 de abril último todo cambió en su vida. Es que, mientras él y su esposa se encontraban en una casa de Villa Celina (provincia de Buenos Aires) , Rodrigo y Leandro murieron en el taller clandestino tras un incendio. "Los chicos estaban con mi cuñada porque al otro día iban al colegio", detalló.

Según detalló, los pequeños, de 10 y 5 años, no trabajaban en el taller clandestino. "Sólo iban a la escuela, hacían la tarea y jugaban en el lugar", relató. "Estoy destrozado. Sólo deseo y espero poder trabajar en un lugar legal", dijo Mur con gran pesar.


Junto a sus familiares, Mur trabajaba desde las 8 de la mañana hasta las 22, aunque el horario "dependía de la producción". "A veces, si quedaba mucho trabajo, nos quedábamos más horas. Constantemente teníamos que estar sacando prendas", remarcó.


Al refrirse a las condiciones laborales, el hombre contó que realizaban prendas de tejido y, a veces, de tela. "Cada prenda tenía un precio distinto pero en general costaba entre $5 y $6. Ese dinero era repartido entre los cinco", dijo.


Además, expresó: "El empleador nos debía mucho y se atrasaba a veces más de un mes con el sueldo. Una sola vez ganamos 10 mil pesos (esa suma era repartida entre cinco personas) y pagábamos cerca de 4.500 pesos de alquiler", comentó.


"Después del incendio, el empleador no nos habló. Tampoco se acercaron desde el Consulado de Bolivia. Tengo bronca por cómo se manejó el gobierno de Bolivia", manifestó.


El jueves último, se volvió a incendiar nuevamente el taller clandestino. El lugar se encontraba clausurado por lo que ya no había nadie en la vivienda. Ahora, se investiga si ese último incendio fue intencional para borrar pruebas.