Con más de cien empresas que fabrican y venden algo así como siete millones de unidades por día, el alfajor es -podemos asegurarlo- la golosina argentina por excelencia. Según el mito, fue inventado por estos pagos, hacia el siglo XVIII, aunque su origen se remonta en el tiempo y en el espacio a España, especialmente a Andalucía.

Las compañías multinacionales son las alfajoreras por excelencia: Arcor, Suchard, la ex Kraft (Mondelez) y Cadbury, sumándose a las grandes la nacional y ahora popularísima Guaymallén (siempre fue popular, pero con un alcance inesperado desde que Marcos 'el Chino' Maidana diera sus bocados tras las peleas y para un público de cientos de millones de televidentes).

A ellas se les puede sumar Jorgito, La Nirva, Havanna y Fantoche (el creador de los triples), entre otras, que en total se quedan con la abrumadora mayoría de un mercado que mueve más de 8 mil millones de pesos año.

Pero el sur del conurbano, más allá de la General Paz, tiene su 'capo' que ni las enormes multinacionales y ni las grandes nacionales han podido desbancar a lo largo de cuarenta años: Capitán del Espacio.

Creado en la década del 70 por Ángel Lineo de Pascalis (fallecido en 2012 a los 86 años), el alfajor Capitán del Espacio es -podríamos afirmar- el alimento primario y esencial de cualquier chico de Avellaneda, Quilmes o Monte Grande, y esto desde hace cuatro décadas. Pero también un mito para quien nunca haya pateado esa zona del GBA.

Las miles de personas que durante todos estos años han mudado su vivienda a la Ciudad e incluso aquellas decenas de miles de trabajadores sureños que diariamente viajan a la  Capital para concurrir a sus labores, lo afamaron entre los porteños y habitantes de otras zonas del GBA para quienes es sencillamente inaccesible.

"La empresa no tiene buena distribución en Capital porque somos una fábrica chica y no damos abasto con los pedidos", explican desde la empresa la razón por la cual ni distribuidoras de golosinas y kioscos de la Ciudad y del interior del país tengan en sus exhibidores el mítico alfajor que, por cierto, desafía las leyes del marketing.

Aunque es igual a sí mismo desde que fuera creado, aunque su sabor se mantiene incorruptible, sigue siendo el alfajor más pedido y el menos encontrado en territorio porteño. Tal vez porque provoca la evocación infantil de miles y miles de personas que crecieron con el alfajor y hoy son hombres, muchos de ellos con nostalgia.