Duele imaginar todo lo que podría haber hecho si la patota que lo asesinó aquel mediodìa de hace exactamente dos años no hubiera truncado su vida, que fue una hermosa vida. Un pibe joven, con ganas de cambiar la historia de un país que se viene reconstruyendo de a poco, pero que sigue necesitando mártires para darse cuenta del horror en el que todavía están sumidos buena parte de sus pilares constitutivos. Como los ferrocarriles, enmarcados dentro de una altamente deficitaria polìtica de transporte que no modificó la matriz concebida durante los noventa basada en el negocio por sobre la prestaciòn del servicio y en la corrupción por sobre la idea de soberanía.
Eso fue lo que Mariano Ferreyra, junto a un grupo de militantes y trabajadores tercerizados que reclamaban por sus derechos laborales, estaba denunciando ese 20 de octubre de 2010 cuando se topó de frente con una banda asesina liderada por la mano derecha del secretario general de la Unión Ferroviaria José Pedraza. Y todo terminó en tragedia. Un hecho tan conmocionante desde todo punto de vista sólo pudo ser opacado una semana después por otro no menos impactante y doloroso como fue la muerte del ex presidente Néstor Kirchner.
Pero afortunadamente muchas cosas pasaron desde entonces como para no perder las esperanzas de que la Argentina tiene chances de cambiar su destino. De la mano de una instructora judicial que llevó a rienda firme la investigación del crimen de Mariano, pronto llegaron las primeras detenciones, que alcanzaron al propio Pedraza y un fragmento de su entorno mafioso. De a poco la causa fue llegando a la instancia del juicio que hoy se sustancia contra los autores de este brutal homicidio, tanto materiales como intelectuales. No será sencillo, pero los optimistas creemos que el proceso puede concluir con condenas ejemplares que no dejen lugar a dudas sobre las verdaderas motivaciones que tuvieron los que empuñaron el arma y sus instigadores.
La justicia, en este caso, està avanzando con inusitada celeridad y precisión.
Sin embargo todavìa hay una tarea pendiente, muy importante, que debe encarar definitivamente el gobierno nacional. Esa tarea debe terminar con la corrupciòn y los negocios que todavía continùan dentro de las empresas ferroviarias. Lo ocurrido hace dos semanas con uno de los testigos de la causa Ferreyra, Alfonso Severo, muestra a las claras que los mafiosos todavía continúan articulando acciones dentro de los ferrocarriles. Si alguien tiene la impunidad para secuestrar a alguien con el fin de intimidarlo para que no declare algo que puede perturbar sus intereses, significa que los grupos de choque continúan activos. Y lo que es peor: los responsables del enorme negociado cuya denuncia le costó la vida a ese pibe de cabello enrulado y mirada melancólica todavía siguen operando en las sombras.
El buen trabajo que viene desarrollando el ministro Florencio Randazzo, a cargo del área luego de la otra gran tragedia ferroviaria que representó la masacre de Once, no resulta suficiente aún para terminar con las mafias. Esa tarea pendiente es impostergable. Por Mariano, por las 51 víctimas del Sarmiento y por los millones de argentinos que necesitamos recuperar un Estado que nos proteja de los poderosos de siempre.