El dilema filosófico no es-como se presume- si Dios existe; el verdadero interrogante es preguntarse cómo vive su existencia aquel que cree en Dios y cómo la vive aquél que no cree. ¿Cuál la vive mejor o cuál peor? ¿Es lo mismo de uno u otro modo? ¿Cómo comprobar y establecer  cuál es el resultado?  Dispensen este arrebato estival y mi desmesura comparativa. Pero ¿Cómo viven su existencia quienes se sienten atraídos por el kirchnerismo peronista y cómo la viven quienes se han pasado más de diez años rechazándolo, detestándolo y agraviándolo?

¿Hay alguna forma de saberlo? Por las caras no. Por sus almas, menos. Ni siquiera aludo a las posibles muecas de amargura y ruindad más predispuestas a reproducirse en la acumulación de rabias que en el ejercicio de la militancia optimista. Esta con sobrados indicios y señales de provecho. Acaso  las consecuencias espirituales de ser o sentirse oficialistas o, al contrario, las de ser y sentirse opositores no puedan verificarse empíricamente. La procesión va por dentro. Me atrevo a una conjetura: ¿ La creencia con pruebas, no depara un placer que le es ajeno al pesimismo del descreimiento? O al revés. ¿ Oponerse y agraviar no resienten y niegan la esperanza inteligente?

Como la Ciencia , al final, consigue avanzar y esclarecer nuevos enigmas, ya conseguirá en la Argentina determinar quiénes durante esta última década se sintieron más felices: si los unos o los otros. Uno supone que cargar tanto tiempo con el peso de putear, insultar, ignorar y conspirar contra todo cuanto el gobierno hace o planea, es brutamente insano. Y que aunque esa obsesión por confrontar, provea una forma torcida de placer no es más que una frustración y una carencia constantes. En cambio, vivir la existencia de creer y de militar en la construcción de una sociedad y de un país democrático e inclusivo luce menos mezquino e intensamente más feliz.

El dilema no es si el kirchnerismo existe; es preguntarse qué produce más satisfacción y dicha si negarlo y maltratarlo con xenofobia política, o acompañarlo y sostenerlo con cuantiosos argumentos.