La noticia de que el papa Francisco ha creado una comisión que se encargará de estudiar el acceso de las mujeres al diaconato, da vuelta al mundo. Es que la Iglesia nunca se aggiornó demasiado a la liberación de la mujer y quedó ahí, estanca en la idea de que el hombre es superior y, por eso, puede y debe dirigir a dicha institución como condición sine qua non. 

El Vaticano puntualiza que la función principal será estudiar el papel que tuvieron las diaconisas en los primeros tiempos de la Iglesia, pero también abordará su papel en la actualidad y estudiará su posible incorporación.

El diaconato es el grado inferior en la jerarquía eclesiástica, por debajo del sacerdocio, pero contiene la posibilidad de administrar el bautismo, distribuir la eucaristía o celebrar el matrimonio. También contempla "instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales y presidir el rito de los funerales y sepultura".

La idea que propone el Papa es crear esta comisión que surgió el pasado 12 de mayo de un encuentro que tuvo el Papa con las religiosas participantes en la Asamblea Plenaria de las Superioras Generales en el Vaticano, quienes le preguntaron si existía la posibilidad de aumentar las responsabilidades de las mujeres. Francisco dijo entonces que la Iglesia lo estudiaría y, ahora, el grupo de trabajo abordará el asunto.

O sea, aún no es seguro. La iglesia estudiará las capacidades de las mujeres, aunque esté claro de que no se necesita estudiarlas. Desde hace casi tres años, el papa Francisco había expresado su interés por estudiar la importancia de las mujeres dentro de la Iglesia. Ya a su vuelta del viaje a Río de Janeiro por la Jornada Mundial de la Juventud advirtió que la Iglesia no podía limitarse a "las mujeres monaguillo, a la presidenta de Cáritas, a la catequista" y anunció que era necesario "hacer una profunda teología de la mujer".