Ahí estábamos, miles de mujeres, compañeras, trabajadoras y desempleadas. Brillo y cartel. Pañuelo y bandera. "El acoso callejero es la violencia disfrazada en libertad de expresión", dice una pancarta.

Violeta y rojo. Mujer y madre. Cochecito y mamadera. Pero ahí, presente, entre una marea de mujeres. Cada 18 horas alguna de nosotras podría ser la que esté muerta.

Expresiones artísticas, como "Perras" por parte del colectivo "Fin de un mundo". "Visibilizar situaciones que nos movilizan y de una forma de luchar .. - PUM! fuegos artificiales - ... interrumpe el diálogo con Josefina, quien forma parte y creó una obra de arte.

Mujeres atadas. Mujeres acosadas. Por hombres, por mujeres incluso. Pero la peor, por la ley, la justicia y la medicina.
Mujer atada a la servidumbre. Mujer atada a una imagen, a un estereotipo.

"Ni una menos, vivas nos queremos", se escucha corear desde distintas zonas de la gran columna que recorría hasta Plaza de mayo, punto final para un palco lleno de empoderadas. Abuelas y madres de plaza de mayo. Trabajadoras sexuales que buscan ser reconocidas y no estigmatizadas. O peor, no ser matadas.

Mujeres trans y lesbianas. Recordar a quienes murieron por nuestros derechos laborales. Y también caer en la posibilidad que sufriste violencia.
Hay violencia familiar, económica, psicológica. Mediática.

Y la marea de mujeres seguía. "Disculpe las molestias, pero nos están matando", otro cartel, de color amarillo.

Mientras recorría la larga pasarela por las veredas del centro porteño, al compás de batucadas y la voz finita del feminismo que renació y dejó de ser reconocida como el "sexo débil", salió a las calles y pide respeto. Y uno piensa, ¿qué tan difícil es que otro entienda que sólo se pide respeto?.

"Paro paro paro, paro general", una y otra vez. De Macri, también, nos acordamos mucho. Porque claro, las mujeres, le hicimos un paro. "Sí se puede, hacerle un paro a Macri, se lo hicimos las mujeres". Se me infla el pecho y me veo rodeada de ellas. De todas las que hoy, están acá luchando. Y no nos sentimos solas.
Los números son fríos, pero hay que tenerlos presentes. La brecha se achicó, de 30 horas que mataban a una mujer, se redujo a 18 horas. Y es terrible.

Y que el promedio salarial, las mujeres ganan un 27,2 por ciento menos que los hombres.

Porque entre enero y febrero de 2017, la Fiscalía de la Ciudad registró un incremento del 80 por ciento de víctimas de violencia de género con respecto al mismo período de 2016.

Porque en 2016 hubo 322 femicidios en Argentina (datos del Registro Nacional de Femicidios realizado por las Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá). Y solo en los primeros 44 días del 2017, fueron asesinadas 45. Y el número sube, pero el presupuesto para prevenir la violencia desde el Estado, baja.

Y lo que más duele, es cuando desde el Consejo Nacional de Mujeres, nos dicen que se trató de un error. Porque de 116 millones de pesos, a 67 millones, destinado a un plan de acción, es un grito ahogado. No fue un error, fue un pensamiento.
Nos meten presas por ser mujeres. Por decir que no.

Estar en la calle sola y sentir miedo. Ver a un hombre, nos causa miedo. Estar en una parada de colectivo y que otro hombre se acerque, y sientas miedo. Que te miren, y sientas miedo. Y pudor.

Pero esta vez gritamos ahora que sí nos ven, el patriarcado se va a caer. Y también gritamos nunca más. Ese grito de los Derechos Humanos. Porque la lucha por los 30.000 desaparecidos también tiene aroma de mujer.

Y porque exigimos, de una vez por todas: “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.
Pareciera que el clima se apiadó y luego de unas primeras gotitas de agua antes del largo camino a un nuevo día que marcará un rumbo, a la noche, ya con el centro porteño solitario, los baldazos de agua caen. Y la policía también.

Por que a pesar de pedir que no nos maten, no nos estigmaticen y no no golpeen, en un día lleno de colores furiosos, llamativos, al oscurecerse, el terror apareció ahí nomás. Luego de gritar Ni una menos, vivas nos queremos. Ellos, el Estado, no lo escuchó.
20 chicas. 20 jóvenes. 20 mujeres. Todas y cada una de nosotras, nos sentimos lastimadas. Ese arrastre por la calle. Ese brazo moretoneado. Esa requisa en una comisaría. Lo vivieron ellas, pero lo sentimos todas.

"Puta de mierda", "negra de mierda", "no te resistas o te quiebro los brazos", le dijeron a una de las 20 chicas. Y esa violencia nos apuñaló a todas.
Pero no lo van a lograr. Ya nos unimos. Ya estamos acá. Por que ahora que estamos juntas. Ahora que sí nos ven. Toda esta mierda se va a caer. Se va a caer. Porque cuando muchas quieren, la tierra tiembla.

Y porque mientras escribo esto, pienso que estoy respirando, mientras que otra mujer lo estaría dejando de hacer.