Hace unos días, el periodista Luis Majul afirmó que en la escuela pública los alumnos se reciben de piqueteros.

La afirmación está orientada a  estigmatizar. A primera vista parece una frase poco feliz con cierto grado de superficialidad, pero bajo esa envoltura se esconde una intencionalidad manifiesta: el periodista intenta presentar como un problema que la escuela pública albergue a los sectores sociales más vulnerados.

Efectivamente, en la escuela pública estudian los hijos y las hijas de profesionales, artistas, y obreros provenientes de distintos sectores sociales. Y justamente por eso es una poderosa herramienta de inclusión social, una poderosa herramienta contra los prejuicios y las estigmatizaciones.  Donde él ve un problema, nosotros observamos una fortaleza.

Majul, a su vez, intenta asociar piqueteros con la idea que la escuela pública forma personas contestatarias con pensamiento crítico.

Esto es así y le preocupa que allí se difundan prácticas de discusión colectiva, de organización, de movilización en favor de demandas justas. Las prácticas políticas son profundamente formativas para los pibes y pibas que se están formando como ciudadanos de la democracia.

¿O el periodista habrá querido responsabilizar a la escuela de formar piqueteros como sinónimo de "vagos"? Si es así, se falsea intencionalmente la historia con el objetivo de descalificar  al movimiento piquetero y, por elevación, a la escuela pública.

Las organizaciones piqueteras nacieron en circunstancias dramáticas para nuestro país. Sus integrantes, antes que vagos que rehuían al trabajo, fueron personas profundamente activas que producto de las políticas de exclusión del neoliberalismo se habían quedado sin trabajo. Y trabajo era lo que reclamaban. Y lo hacían con una enorme dignidad. Tartagal, General Mosconi yLa Matanzafueron algunos ejemplos de ello.

Luego de una década de políticas de desarrollo e inclusión social, la gran mayoría de quienes formaban parte de esas organizaciones hoy tiene trabajo y muchos son parte de comisiones internas o sindicatos, sin la necesidad de cortar una ruta para dar de comer a su familia.

Y no es la escuela pública una fábrica de vagos sino todo lo contrario. Es una productora de herramientas para que los ciudadanos que allí se forman puedan luchar por un futuro mejor.

Es indudable que detrás de aquella frase "poco feliz" se esconde un propósito claro: desprestigiar a la escuela pública. Se fabrica la negatividad de un concepto, en este caso, piquetero y se lo intenta asimilar a la escuela pública para ir produciendo su desprestigio. No hay frases ingenuas y menos cuando las emiten formadores de opinión.

Creemos que la escuela pública tiene infinidad de aspectos para mejorar, que debe fortalecer la calidad de la enseñanza, también mejorar sus instalaciones, entre otras asignaturas pendientes. Pero nunca habremos de perder de vista que quienes la atacan persiguen un objetivo claro: una sociedad estratificada con una minoría que se apropie de la mayor parte de la riqueza y una mayoría excluida que lo asuma pasivamente. Para este objetivo, felizmente la escuela pública sigue siendo un obstáculo.