El sábado se sabrá la sentencia contra “Paoletto” -como lo solían llamar- acusado de hurto agravado, por lo que podría ser condenado a cuatro años de prisión. Según comentaron los pocos y estrictamente elegidos por el Vaticano asistentes del proceso, el juicio sólo será de cuatro días, antes de que comience un importante sínodo de obispos en la ciudad papal.

Al comienzo del juicio, el juez que preside el tribunal, Giusseppe Dalla Torre, ya había adelantado que cuatro días “podrían ser más que suficientes”, según informaron diferentes agencias de noticias.

Los gendarmes pontificios que allanaron el departamento de Gabriele, comentaron a los jueces que fueron encontrados alrededor de mil documentos importantes, muchos de ellos originales con la firma de Benedicto XVI, quien había especificado que debían ser destruidos.

Luego de abierta la sesión y de que la abogada defensora le preguntara cómo se declaraba, Gabriele no dudó: “Me declaro inocente”. Pero el plato fuerte de la jornada fue cuando el hombre de 46 años afirmó: “Maduré en la convicción de que es fácil manipular a una persona que tiene un poder de decisión enorme. A veces el Papa hacía preguntas de temas sobre los cuales debía estar informado”.

El acusado dijo haber comenzado a recopilar información en el período 2010-2011, y aseguró que lo hacía en horario de oficina y fotocopiaba los documentos en la misma fotocopiadora de la secretaría papal, sin despertar sospechas ni siquiera en el secretario privado Gaenswein. Gabriele dijo: “Me dejaba guiar por mi instinto”.

A pesar de que “el cuervo” -como es conocido en Italia- aseguró ante el tribunal que actuó sólo y sin ayuda, también reconoció que intercambió información con al menos dos personas: un tal Doctor Mauriello y Luca Catano (miembro de la Fraternidad de San Pedro y San Pablo).

Se podría pensar que Gabriele aceptó haber sido sugestionado, pero negó cualquier participación de varias personas a las que nombró en sus primeras declaraciones como el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica de San Pedro, Paolo Sardi, el escritor de discursos del Papa, Ingrid Stampa, la antigua gobernanta de Joseph Ratzinger y “monseñor Cavina”.

Pero, más allá de la confesión de haber actuado solo, hay una persona que sí estaba al tanto de lo que pasaba puertas adentro del Vaticano y que recibió gran parte de la información recopilada por el mayordomo. Se trata de su director espiritual, el Padre Giovanni, a quien el imputado le dio una segunda copia de los documentos entregados a Gianluigi Nuzzi, autor del libro "Su Santidad. Las cartas secretas de Benedicto XVI".

Un dato a destacar, es que en las declaraciones de los gendarmes también se evidencia la abundancia de textos encontrados sobre la masonería.

Mucho se habló del enfrentamiento entre la Iglesia Católica y la masonería, acusada de ser la “mano negra” detrás de los males del mundo. Históricamente, los masones y las logias siempre fueron contrarios a los valores tradicionalistas propuestos por la religión católica y otras religiones del planeta.

"Descubrimos miles de documentos, no recuerdo si incluían algunas investigaciones de historia, lo que sí observamos es que eran muchísimos textos que tenían como tema la masonería", comentó Gauzzi Brocoletti, uno de los gendarmes que encontró los documentos.

El mayordomo también acusó en el juicio a la policía del Vaticano por haberlo maltratado en los primeros veinte días de prisión. Comentó las precarias condiciones en que lo mantuvieron, pero, como era de esperarse, desde la santa sede negaron completamente estos maltratos.

El sábado, se espera el veredicto final para saber cuál será la pena del mayordomo que irrumpió en la "tranquilidad" del Vaticano.