El mundo sin mamá empieza cuando Mirtha, la mamá de Pablo se descompensa y debe ser internada y desde el principio se sabe cómo va a terminar. 

Pero lo importante no es el final sino el transcurso. O como diría Jorge Drexler: Amar la trama más que el desenlace. Y eso es lo que hace Pablo Melicchio en este libro. 

Cuenta su dolor y el de su familia en primera persona. Contando cada día de la involución de la salud de Mirtha. Cada día tan distinto y a la vez tan igual al otro.

Esta vez la elaboración del duelo no es parte de su trabajo sino parte de su vida y por eso lo cuenta exquisitamente, hasta "musicalizando" cada capítulo cuando cuenta qué CD eligió ese día para dirigirse a la clínica a ver a su mamá, o para sacarse la bronca de encima saliendo a correr.

Pablo cuenta los problemas físicos y médicos de su madre, entre ellos la obesidad pero a medida que se avanza en el texto logra que la veamos cada vez más chiquita e indefensa.

Es un relato terrible y dulce a la vez. Un libro para leer de una sola vez, sin prisa pero sin pausa.

Pablo perdió a su madre a los 51 años de edad pero a pesar de haberse convertido en su cuidador del día a día también se ve a sí mismo como un nene que necesita esa protección que su madre ya no puede darle.

Algunos podrán tomarlo como una catársis de ese duelo otros vemos a un hombre con el corazón abierto que no quiere, no sabe o no puede ocultar su dolor.