Micaela, o cuando “Ni una menos” es “Una más”.

“Yo es otro.”

Rimbaud

Hay quienes afirman que sólo se toma real dimensión de una tragedia cuando nos toca de cerca. Pero no creo que esa condición sea la determinante para sentir el sufrimiento ajeno. O al menos eso deseo. Borges decía que en un tiempo infinito a cada hombre le pueden suceder todas las cosas. Pero en este tiempo finito que nos toca vivir, sólo nos sucederán, para bien o para mal, algunas cosas. Yo podría haber subido en la estación Castelar –como muchas veces lo hago–  el 22 de febrero del 2012, de lo que resultó luego la llamada Tragedia de Once. Sí subieron a esa formación del Sarmiento dos pacientes, cinco vecinos y uno de mis hermanos; ninguno resultó ser, por casualidad o como quieran llamarlo, víctima fatal. También ya pasé por robos a mano armada, lo mismo algunos amigos, familiares y vecinos cercanos. Ninguno de mis conocidos murió, pero todos estuvimos a un gatillo de distancia. En la zona Oeste, donde elijo vivir, ya sumamos muchas tragedias individuales y colectivas, algunas más mediáticas que otras. Cuando era niño se incendió mi casa; recuerdo que pensé que eso no nos podía pasar a nosotros, que eso le sucedía a los otros. Pero muchas veces el otro –lejano–, termina siendo uno mismo. Desde entonces sostengo que todo lo que acontece a nuestro alrededor tarde o temprano nos puede suceder, y por lo tanto es necesario tomar conciencia y hacer algo antes de que vengan por nosotros y, parafraseando al pastor Martín Niemöller, ya nadie proteste. En el caso de Micaela García, como en el de tantas otras mujeres secuestradas, maltratadas, violadas y asesinadas, se juega un dolor sin fin y una trágica matemática en la que “Ni una menos” da como resultado “Una más”. Puntualmente Micaela era familiar de un colega y amigo. Y ese hecho hace que el golpe pegue casi de lleno. Escribo una vez más desde la lona, con dolor. Espero que Micaela no quede como otro caso, como una más en esas frías estadísticas que tanto utilizan los demagogos de turno. Y que con el paso del tiempo no sea otra mujer violada y asesinada, una tal García, como quien dice los Gómez o los Rodríguez. En la vida nos sostiene la singularidad; en la muerte, que nos recuerden. Micaela era una joven con compromiso social, que caminaba la calle y el dolor ajeno. Así como ella, hay muchos adolescentes que (contra el imaginario social que se quiere establecer para reprimir o condenarlos a edades cada vez más tempranas) no están perdidos, a la deriva, consumiendo drogas, generando violencia. O en todo caso, hay algunos que sí están desorientados, y de eso somos responsables los adultos y las políticas que se implementan. La vida de Micaela es la metáfora de un futuro mejor, de jóvenes que quieren un país más justo y solidario. En cambio, la muerte de Micaela es el resultado de una matemática perversa, la que suma a un hombre que repite su irrefrenable crueldad, más la de un juez que no sabe hacer justicia y libera al hombre que no puede vivir en sociedad.

   Viva la queríamos. Ya es Una Menos en la vida real. Pero para que su ser no se evapore en el olvido, rescatemos el testimonio de su vida y sólo entonces será Una Más en la incesante lucha contra la violencia que sufren tantas mujeres en manos de hombres bestiales y perversos.