Suelen ser educados como niñas porque no tienen testículos ni pene visibles, sin embargo cerca de los 12 años todo cambia y Carla para a ser llamada Carlos. 

Esto ocurre en un pueblo de República Dominicana donde se dan los casos de los llamados "güevedoces", pequeños a los que recién les aparecen los testículos con la pubertad. 

Una de las primeras personas en estudiar esta inusual condición fue Julianne Imperato-McGinley, de la Universidad de Medicina de Cornell, en Nueva York, que llegó hasta el lugar en la década de 1970.

Cuando se produce la concepción hay una unión de un par de cromosomas X si va a ser una niña, o un par de cromosomas XY si va a ser un niño. Pero durante las primeras semanas de vida en el útero no somos ninguno de los dos, aunque empiezan a crecer los pezones para los dos sexos.

Cerca de las ocho semanas es cuando aparecen las hormonas sexuales. Si eres genéticamente hombre, el cromosoma Y instruye a tus gónadas para que se conviertan en testículos y envía testosterona a una estructura llamada el tubérculo, donde se convierte en una hormona más potente llamada dihydrotestosterona.

Esto, por su parte, transforma el tubérculo en un pene. Mientras que si eres mujer y no produces dihydrotestosterona, tu tubérculo se convierte en un clítoris.

En el caso de los "güevedoces" tienen deficiencia de una enzima conocida como 5-alfa reductasa, que normalmente convierte la testosterona en dihydrotestosterona, por lo que sus testículos no se desarrollan. 

Así que esos niños, a pesar de tener un cromosoma XY, parecen niñas cuando nacen. En la pubertad, como otros chicos, reciben otra dosis de testosterona que les hace nacer músculos, testículos y pene.

Las investigaciones de Imperato-McGinley demostraron que en la mayoría de los casos los nuevos órganos masculinos funcionan bien, y que muchos güevedoces viven sus vidas como hombres aunque algunos deciden operarse y vivir como mujeres, ya que la identidad de género fue conformada como tal durante la niñez. 

Otra cosa que descubrió Imperato-McGinley fue que los güevedoces suelen tener próstatas más pequeñas, un dato que ayudó a los especialistas en posteriores tratamientos del alargamiento benigno de la próstata y el desarrollo de la finasterida, que justamente bloquea la acción de la 5-alpha-reductasa imitando la falta de dihydrotestosterona.

Fuente: BBC