El juez Gustavo Lleral le tomó declaración testimonial al prefecto Leandro Ruata, que encabezó el rastrillaje en el cual se encontró el cuerpo de Santiago, además de otros dos hombres de la misma fuerza, Ángel Gómez y otro de apellido Bonini, según consignó Página 12.

Entre las informaciones que aportaron, describieron que la profundidad del agua no superaba el metro cuarenta al momento de dar con los restos, aunque durante la búsqueda del 18 de septiembre el río tenía apenas un metro de profundidad: un aspecto que confirma que el área había sido registrada con anterioridad.

Al momento de hablar sobre las condiciones del río, aseguraron que en septiembre el agua era cristalina y que la visibilidad era óptima, se podía apreciar el fondo desde la orilla debido al bajo caudal. Tampoco advirtieron la no existencia de pozos, desestimando así las teorías de algunos medios periodísticos que configuraban la posibilidad de un "accidente".

Como explicó el magistrado tras el hallazgo, su decisión del volver al lugar de los hechos estuvo relacionada a la recomendación de Ruata, sobre la necesidad de realizar entre 5 y 10 operativos de búsqueda para agotar las chances.

Mientras el relato de los que buscaron en la zona solo ponen como dificultad para el cruce del río la fuerza de su propia corriente, en el lugar del hallazgo detectaron que el agua estaba estancada, que era zona era pedregosa y arcillosa. También descartaron aquellos primeros comentarios que presumían al cuerpo desaparecido por 78 días, atascado entre ramas.

El rastrillaje final tuvo un cambio en su escenario: el agua estaba turbia, pero podría estar relacionado a la utilización de los caudales gracias a un sistema que Benetton utiliza para acarrear agua a sus zonas productivas.