El cambio de época en materia de igualdad de derechos civiles, ha permitido en nuestro país, que historias de vida que en otra época se silenciaban o directamente se impedían, hoy sean parte de nuestra diversidad social y de elección de género.

Este domingo en Página 12, la periodista Mariana Carbajal publicó la historia de Lulú, una nena trans de 6 años que vive en el conurbano y que recibe el apoyo de su madre y la contención de especialistas del Hospital Durand.

La periodista aclaró que los nombres utilizados en la nota no son los verdaderos, para preservar la identidad de la menor.

Desde que pudo hablar, al año y medio de vida, dice que empezó a repetir: 'Yo, nena', 'yo, princesa', y a ponerse ropa de ella y pedir muñecas para jugar. 'A los cuatro años eligió un nombre femenino y pidió que la llamáramos así', –relata la madre–. Nos dijo que si no le decíamos así no nos iba a contestar", explica en la nota Carbajal.

Lulú vive con su mamá y su hermano en el conurbano bonaerense –el papá los abandonó– y cursa preescolar en un jardín de infantes que respeta su identidad.

Su mamá y los terapeutas que la acompañan plantean que necesita un nuevo DNI acorde con su identidad de género. "Es muy duro llevarla a una guardia porque tiene 39 grados de fiebre y que la vean con dos colitas y pollera, y en lugar de fijarse qué le pasa, la miren raro porque en el documento tiene nombre y foto de varón", dice a Página/12 la mamá de Lulú, de 39 años.

La ley de Identidad de Género prevé un mecanismo en el caso de menores de 14 años  -que reclamen el DNI los padres, Lulú y un abogado de la niña-, pero en el Registro Civil de su municipio le dijeron que debía recurrir a la Justicia. Es por ello que la madre le escribió una carta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, para que la ayude a obtener el documento para su hija.


La madre de Lulú debió atravesar distintos momentos del crecimiento de su hija y en la comprensión de lo que estaba sucediendo.



"Mi impresión era que tenía mellizos, pero los dos tenían gustos opuestos", contó a la madre a Página 12. "A los 18 meses, cuando empezó a hablar, me decía: 'Yo nena, yo princesa'. Quería tener el cabello largo y para simularlo se ponía trapos en la cabeza, pedía que le compraran muñecas. Me pedía mis polleras, mi ropa, y se las quería poner", recuerda. "Yo pensé que era un juego", dice.

"Un psicólogo me dijo que le faltaba presencia paterna, que le tenía que decir que era un nene, que le sacara la ropa de mujer. Fue un desastre. Mi hija vivía destrozada. Se escondía debajo de la cama, se ponía el cubrecestos del baño que tenía puntillas como pollera y pasaba horas encerrada en el baño. Cuando le sacaba la ropa femenina, yo sentía que le arrancaba la piel. No se imagina cómo lloraba. Podía llorar horas. El papá no lo podía tolerar. Decía: 'Yo no voy a tener un hijo puto'. Y lo escondía cuando venían sus amigos. ¿Sabe con qué jugaba? Con un lápiz rosa. Hasta que vi un documental de National Geographics de una nena transgénero de Estados Unidos. Fue como si me pasara una topadora por encima. Era la historia de mi hijo. Ahí entendí que era una nena trans, que su identidad era la de una nena. Lloré veinte días. Y reaccioné. Me dije: si quiere ser princesa, yo la voy a ayudar", recuerda. "El complemento de ella siempre fue su hermano mellizo, que sabía lo que ella quería: si teníamos que comprarle un regalo y yo le preguntaba a él, me decía que le gustaban las muñecas."

Un equipo interdisciplinario del Hospital Durand atiende a la niña y su familia. Lo encabeza la psicóloga Valeria Pavan, coordinadora del Area de Salud de la Comunidad Homosexual Argentina –y asesora técnica del Programa de Atención Integral para Personas Trans del Hospital Durand– quien coincide en la necesidad que tiene Lulú de adquirir un nuevo DNI.


"Lulú es una niña con una capacidad arrasadora para defender su identidad. Cuando llegaba al consultorio tenía carita triste. Cada vez que entraba me decía si se podía cambiar y se ponía su traje de princesa, ya gastado, y se transformaba, era como si reviviera, como si su vida empezara a tener sentido. Y antes de irse, se cambiaba", explicó Pavan.