Gracias a mi hermano Edgardo, a fines de agosto de 2016 tuve el placer de hacer un largo viaje por el sur argentino que incluyó, en primer término, la localidad de Gaiman, en Chubut, donde vive otro de mis hermanos, Guille. Allí celebramos su cumpleaños y el de su hija Ángeles.

Fundada en 1865, los primeros 153 galeses arribaron a la región a bordo del reconvertido velero Mimosa, en el sector de Punta Cuevas, desde donde –según cuentan los memorabilistas locales– enseguida hicieron 'buenas migas' con el pueblo aborigen del lugar, mayormente tehuelches, cuyos descendientes también viven hoy en la zona.

Gaiman es –como puede observarse en el vídeo que ilustra esta breve nota– una localidad apacible cuya vida social se centra mayormente en los hogares de las familias de origen galés que todavía habitan el lugar, de ahí las calles semivacías que brindan un ambiente silencioso y tranquilo, barrido por la brisa seca que mueve serenamente los arbustos y las copas de los árboles.

El trabajo en las chacras agrícola-ganaderas que se levantan en los alrededores del casco urbano es la principal fuente de sustento de sus vecinos, donde se cultivan hortalizas y se crían ovejas y corderos destinados a la venta y al consumo. Famoso es en todo el mundo, como se sabe, el cordero patagónico, que tuve la suerte de 'devorar' en la casa de los Evans, suegros de mi hermano Guille.

Ubicada en el valle inferior del río Chubut, que la atraviesa, y a unos 15 kilómetros al oeste de Trelew, es ideal para estar allí un fin de semana con el objetivo de recorrerla casi en tu totalidad, como paso previo –por ejemplo– hacia Puerto Madryn, donde un mar inmaculadamente azul espera al viajero.

Es tiempo suficiente para ascender a los cerros que rodean a esta localidad de unos 4 mil habitantes, apenas, para observar desde distintos puntos y en panorámica el caserío; y probar –además del delicioso cordero– el té y la también famosa torta galesa en alguna de las casas que abundan; o visitar Museo Regional Galés, en la vieja estación del Ferrocarril Patagónico, y el Museo Antropológico.

En Gaiman se mantienen todavía las costumbres y tradiciones de los colonos galeses llegados a la Patagonia a mediados del siglo XIX; de hecho, todos los años vienen de Gales turistas y estudiosos para escuchar hablar, de primera mano –o boca–, el galés original que muy pocos hablan en el país de origen.

¿Lo malo de Gaiman? Sacando que no es recomendada para quien busque ‘ruido’ nocturno/diurno, el verano, ya que –según me contaron– las temperaturas pueden superar los 30 grados pero no hay un sitio donde mojarse los pies, ya que el río Chubut no tiene balneario y, al parecer, no lo puede tener… Para remojadas refrescantes hay que ir directo a Madryn.

Un finde largo de finales de invierno o primavera parece ser el momento ideal para pegarse una vueltita por este paraje ubicado a 1.370 kilómetros de Buenos Aires.