“En la Argentina se piensa que ser crítico es ser inteligente, pero nosotros creemos que ser entusiasta y optimista es ser inteligente, y que el pensamiento crítico llevado al extremo, le ha hecho mucho daño a la Argentina”, decía hace unos días el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

Al parecer, la frase del funcionario no es propia sino atribuible a la bajada de línea general o, en su defecto, el filósofo macrista (sí: suena a oxímoron) Alejandro Rozitchner repite dichos de funcionarios macristas con el fin de conservar su conchabo como asesor presidencial.

El hecho es que Rozitchner publicó en su cananl de Youtube y breve vídeo en el que lee un laaaaargo discurso de... dos minutos sobre educación y labor docente en el que vuelve a emprenderla contra el pensamiento crítico: "Hay un valor que me parece negativo, y es el del pensamiento crítico", afirma.

A ese pensamiento crítico que, en definitiva nos hace humanos inteligentes, él –como la mayoría sino todos los funcionarios macristas y hasta el propio Macri– opone el "optimismo", una forma poco racional y poco o nada inteligente de atravesar la vida.

"Dios proveerá", dicen los optimistas a los que no les hace falta cotejar su optimismo con la realidad para determinar cuánto de veraz es su modo de pensar.

De hecho, eso es lo que busca el macrismo: que su "primer año feliz" sea una letanía a repetir sin que nadie se atreva a medirlo con la realidad de sus primeros doce meses de gobierno. Puro optimismo retroactivo.