Carta a mi hija feminista (por Juan Manuel González, periodista de Córdoba)


En un rato me sentaré a una distancia prudente a contemplar la marea verde que inundará el país, a la que te zambulliste siendo casi una niña y en la que ahora braceás como una mujer independiente.

En estas horas de ansiedad e incertidumbre, quiero recordarte que es imposible que te ahogues en este mar sororo y verde: junto a vos bracean tus abuelas, tu mamá, casi todas tus tías y tus mejores amigas.

Si hoy sos una gota más en esa inmensidad verde es porque antes de que vos nacieras un grupo de valientes mujeres levantó la bandera de educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir. Esa fue, es, será, la secuencia lógica de la lucha de la que ahora sos parte.

Y antes de que pase lo que tenga que pasar, quiero agradecerte por estos últimos meses de pañuelos verdes atados en la mochila, en el puño, en el cuello. Gracias por haberte enfurecido con cada "piropo". Gracias por haber "arruinado" tantas sobremesas al lanzar un "aborto legal" entre las masas y el café. Gracias por cada lección de "inclusivés", dándole una explicación lingüística a la inexorable evolución de la lengua.

Si el Senado entiende que el debate es por aborto legal o aborto clandestino, me animo a darte un consejo: llenate los sentidos de lágrimas, abrazos, aromas, imágenes. Llenate los pulmones del aire de la libertad. Pocas personas tienen el privilegio de ser parte anónima de un movimiento histórico que suma libertades y derechos civiles, como lo fueron los revolucionarios del Parque de 1890, los reformistas de 1918, los trabajadores de 1945 o las y los jóvenes de 1983.

Si el Senado opta por mantener en la clandestinidad a miles de mujeres, si prefiere que las argentinas aborten como las burkinesas, ghanesas o sudanesas; si el Senado cree que las argentinas tienen menos derechos que italianas, españolas, alemanas, británicas, irlandesas, canadienses, estadounidenses o uruguayas; derramá todas las lágrimas de impotencia que tengas.

Si el Senado prefiere que las mujeres argentinas aborten en la clandestinidad, te esperé para darte todos los abrazos que necesites y ofrecerte masajes en los pies hasta que te duermas.Los necesitarás relajados para volver a caminar, a explicar, a persuadir, a argumentar, a reclamar: educación sexual integral desde el Jardín para decidir, anticonceptivos a demanda para no abortar y aborto legal para no morir; en esa secuencia lógica.

Ojalá jamás estés en la encrucijada de tener que decidir abortar. Ojalá (vos, todas) jamás tengas que siquiera pensarlo. Pero si por las vicisitudes o las malditas vueltas de la vida alguna vez estás en ese lugar y decidís abortar, lucharé para que sea en el hospital, cuidada, contenida y abrazada, con ecografías, controles y pastillas.

No lo dudes, será ley.

Te adoro.