Hasta el problema más difícil que se nos puede presentar en la vida, siempre tiene una solución. Pero si pretendemos resolverlo, lo primero que debemos hacer es admitir su existencia. De lo contrario es imposible que obremos para corregirlo.

Dos actitudes adoptadas por el gobierno nacional en estos últimos días me hicieron reflexionar sobre este asunto.

La primera de ellas tiene que ver con un tema que no domino demasiado –“es la economía, estúpido”- pero cuyos efectos percibo como miembro activo de esta sociedad de consumo en la que vivimos.

Finalmente se admitió la existencia de una inflación que hasta hace algunas semanas, era sistemáticamente negada públicamente por todos los funcionarios: 3,7 % para el mes de enero, según confirmó el ministro de Economía Axel Kicillof.

Tal vez haya sido la necesidad de combatir el golpe de mercado que dieron los grupos concentrados de la economía; quizá fue la necesidad de abandonar una estrategia que no demostró ser demasiado eficaz para el control de precios; o desarticular el discurso de los agoreros que viven pronosticando el fin del modelo económico. No se bien cuál haya sido la motivación real, ni creo que sea importante saberlo. Lo cierto es que por primera vez desde que se intervino el INDEC y se modificó la metodología de medición del índice de precios al consumidor, el gobierno admitió oficialmente una inflación más compatible con la sensación que tenemos los ciudadanos de a pie cada vez que vamos al supermercado. Y eso, aunque parezca paradójico, es una buena noticia.

La otra cuestión (en donde sí me siento un poco más calificado para opinar, porque hace cinco años que lo investigo) se disparó a partir de las declaraciones del ministro de Defensa de la Nación, Agustín Rossi, quien el fin de semana sostuvo que Argentina se ha transformado en un país de consumo y elaboración de drogas.

Repasemos el textual: “La Argentina, antes, era un país de tránsito, no era un país de consumo. Hoy esa situación ha cambiado: somos un país de consumo y, lo que es más grave, también un país de elaboración", sostuvo Rossi durante una entrevista en Radio Rivadavia.

No es común que un integrante del gabinete nacional admita que en la Argentina se producen drogas. Hasta ahora, oficialmente, se descartaba esa hipótesis. Incluso cuando publique el libro “País narco. Tráfico de drogas en la Argentina. Del tránsito a la producción propia” en el año 2010, algunos funcionarios cuestionaron el título de aquel trabajo, por considerarlo “temerario”, “falaz” y “exagerado”.

Desde mediados de la década pasada, cuando la Policía Federal descubrió el primer gran laboratorio instalado por narcotraficantes colombianos con capacidad para refinar y producir más de 300 kilogramos de cocaína por mes en una casaquinta de Moreno, los investigadores manejan la hipótesis de la elaboración local.

Acá nunca tendremos plantas de coca, porque ni el clima ni el suelo permiten su cultivo, ni fabricaremos pasta base, los dos primeros pasos del proceso productivo de la cocaína. Pero sí en cocinas clandestinas ubicadas en nuestro país se terminan de procesar toneladas de esa masa gomosa y amarillenta que ingresa por nuestras fronteras permeables y que mediante el uso de precursores químicos, se transforma en el tan cotizado clorhidrato de cocaína.

Ni qué hablar de los laboratorios donde se elaboran centenares de miles de dosis de drogas sintéticas derivadas de las metaanfetaminas, que ya cuentan con un cada vez más expandido mercado de consumidores.

Sólo durante el primer semestre del año pasado, la policía bonaerense desarticuló 12 laboratorios y cocinas de cocaína y droga sintética. En los 12 meses de 2012, según estadísticas oficiales, fueron descubiertos 21.

Y en Rosario, donde casi todos los días hay homicidios en el marco de una guerra narco, la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal desarticuló una banda narcocriminal que había montado un laboratorio dentro de un country de Funes que producía media tonelada de droga por mes.

Seguir negando esta realidad era una misión imposible para cualquier funcionario.

Por eso celebro con mucho entusiasmo que nuestro gobierno haya comenzado a admitir algunos de los problemas que tanto afectan a la población. Es el primer paso para arribar a una solución.

Ahora deberán ponerse en marcha medidas efectivas para combatir ambas problemáticas. Los millones de ciudadanos honestos que habitamos en este país estaremos en esa trinchera para pelear estos combates.