Romano y el espejo de la sociedad
Gerardo Romano estuvo invitado en Duro de Domar a partir de su participación durante un robo, el cual el actor ayudó a detener, y también ayudó a detener el ya clásico linchamiento posterior. Doble jugada. Agárrenlo, llévenselo a la comisaría, no lo golpeen, no lo maten, pareció decir Romano. Llamó la atención el gesto de civilidad, tan locos estamos, entre tanta bronca durante la semana de los linchamientos. Lo más interesante sucedió después, para mí, cuando se discutió lo que Romano había entrevisto o sospechado al tener contacto directo con la turba enojada, con el linchador colectivo.
Lo que Romano reveló es que él había sido el único que intentó impedir el linchamiento, que todos los demás, el 100 por ciento ajeno a su ser, estaba de acuerdo con el arrebato. Un hecho de la realidad, según describió. Y se preguntó por qué. ¿Por qué tanta gente pensaba distinto a él? Nadie justifica el linchamiento, se dijo, pero por qué tanta gente lo quiere linchar, de dónde viene tanta incomodidad, por qué soy un bicho tan raro, por qué estoy solo en esta.
Al otro día el juez aplicando la ley dejó tras doce horas de detención al ladrón libre, porque se comprobaron una serie de cuestiones de legales sin lógica para el sentido común que le permitieron al ladrón quedar en libertad. Uno roba y a las doce horas queda libre. Así se puede resumir. Aunque duela es así. Y es difícil de explicar. Y ahí hace agua el discurso del progresismo, el garantismo o como se lo quiera llamar. Yo no quiero saber de leyes ni de cómo es un código penal, pareciera decir la gente, quiero que si alguien roba vaya preso. Y que al robo se le diga robo no tentativa de hurto, eso molesta mucho también.
Es muy probable que los medios de comunicación ayuden a difundir estos hechos, a exacerbar un malestar social, a confundir la realidad, a caldear los ánimos, a predisponer a la homologación de conductas atroces, sí, pero es también es improducente negar que todo eso se cimienta sobre un malestar real y sobre un tema al cual no se lo aborda desde la centralidad que la sociedad reclama en la agenda de los temas nacionales desde hace ya mucho tiempo.
Que una persona robe y a las 12 horas esté libre cuando un oficial de policía lo detuvo, existe evidencia y existen testigos, revela una falla que no se puede explicar desde ningún lugar sensato, y que provoca una incomodidad que hace que los ciudadanos se vayan enojando, de manera tan paulatina, que finalmente un día terminen cometiendo un hecho atroz como un linchamiento, sin que estemos preparados para ver ese espejo de la sociedad, y no tengamos respuestas para darnos sobre por qué pasa lo que pasa.

Gerardo Romano estuvo invitado en Duro de Domar a partir de su participación durante un robo, el cual el actor ayudó a detener, y también ayudó a detener el ya clásico linchamiento posterior. Doble jugada. Agárrenlo, llévenselo a la comisaría, no lo golpeen, no lo maten, pareció decir Romano. Llamó la atención el gesto de civilidad, tan locos estamos, entre tanta bronca durante la semana de los linchamientos. Lo más interesante sucedió después, para mí, cuando se discutió lo que Romano había entrevisto o sospechado al tener contacto directo con la turba enojada, con el linchador colectivo.

Lo que Romano reveló es que él había sido el único que intentó impedir el linchamiento, que todos los demás, el 100 por ciento ajeno a su ser, estaba de acuerdo con el arrebato. Un hecho de la realidad, según describió. Y se preguntó por qué. ¿Por qué tanta gente pensaba distinto a él? Nadie justifica el linchamiento, se dijo, pero por qué tanta gente lo quiere linchar, de dónde viene tanta incomodidad, por qué soy un bicho tan raro, por qué estoy solo en esta.

Al otro día el juez aplicando la ley dejó tras doce horas de detención al ladrón libre, porque se comprobaron una serie de cuestiones de legales sin lógica para el sentido común que le permitieron al ladrón quedar en libertad. Uno roba y a las doce horas queda libre. Así se puede resumir. Aunque duela es así. Y es difícil de explicar. Y ahí hace agua el discurso del progresismo, el garantismo o como se lo quiera llamar. Yo no quiero saber de leyes ni de cómo es un código penal, pareciera decir la gente, quiero que si alguien roba vaya preso. Y que al robo se le diga robo no tentativa de hurto, eso molesta mucho también.

Es muy probable que los medios de comunicación ayuden a difundir estos hechos, a exacerbar un malestar social, a confundir la realidad, a caldear los ánimos, a predisponer a la homologación de conductas atroces, sí, pero es también es improducente negar que todo eso se cimienta sobre un malestar real y sobre un tema al cual no se lo aborda desde la centralidad que la sociedad reclama en la agenda de los temas nacionales desde hace ya mucho tiempo.

Que una persona robe y a las 12 horas esté libre cuando un oficial de policía lo detuvo, existe evidencia y existen testigos, revela una falla que no se puede explicar desde ningún lugar sensato, y que provoca una incomodidad que hace que los ciudadanos se vayan enojando, de manera tan paulatina, que finalmente un día terminen cometiendo un hecho atroz como un linchamiento, sin que estemos preparados para ver ese espejo de la sociedad, y no tengamos respuestas para darnos sobre por qué pasa lo que pasa.