Muerte Extraterrestre
Las crisis y los extraterrestres están interrelacionados. Tendría que estar becado por el Conicet para emitir un paper que acredite mi razón, la valide, pero no importa, es así. No me voy a preocupar por demostrarlo (?). Cuando no hay justicia, voto popular ni televisión por cable la gente rápidamente ve ovnis. Y está bien que así sea, si la solución no está acá, está afuera, eso vendría a ser la religión de alguna manera, ya lo dijeron Mulder & Scully: The Truth is Out There; I Want to Believe.
Está fuera de discusión que la cultura popular de los setentas y primeros ochentas está atravesada por la posibilidad cierta de vida extraterrestre, un verosímil fuertemente arraigado de que alguien está ahí afuera: “Fabio Zerpa tiene razón, hay marcianos entre nosotros”. Nuevediario, José De Zer, seguime chango, seguime.
Los extraterrestres pueden ser malos como en V: Diana comiéndose una rata, la resistencia frente a los lagartos, Donovan & Julie, o como Alien, el octavo pasajero. O pueden ser buenos, en tono épico, como ET, Thor y Superman (?), o de comedia, para toda la familia: de Alf a Mork & Mindy. Más acá hubo una película imposible llamada Las Locuras del Extraterrestre, con un ET siniestro y argentino, y el ya clásico Monguito, fiel compañero de aventuras de Olmedo y Porcel (?).
Lo cierto es que 30 años atrás la posibilidad de vida extraterrestre estaba presente, comunidades enteras rodeando el Uritorco, el hombre de la bolsa, el chupacabras, el hombre gato y la reencarnación. Todo parecía anunciar que había algo más allá, para bien o para mal, destructor o salvador, solemne o gracioso, hostil o amistoso. Las evidencias: campos quemados en formas geométricas, luces de irregular trayecto en el cielo con diamantes, alguna pisada inexplicable del tamaño de un yeti, la abducción de un tío de un tío de una tía.
Así las cosas, hay muchos tangos de Piazzola Ferrer, circa 1970, que recogen la dinámica del alienígena: “Renaceré, renaceré, renaceré, y una gran voz extraterrestre me dará la fuerza antigua y dolorosa de la fe” “tendré un clavel de otro planeta en el ojal porque si nadie ha renacido yo podré” “un día las venucinas llegaron a buenos aires con unas sombrillas claras” “de su planeta de hembras caían por los espacios, hermosas pibas, y extrañas” “¡y un sideral subterráneo Plaza de Mayo a Saturno!”.
La autopsia falsa al falso extraterreste de un falso Chiche Gelblung fue el límite. Con esa escenificación mortuoria en Roswell, Nuevo México, falsa, se asesinó la inocencia de un pueblo. De un martes al otro Memoria, y la revista Conozca Más, arrumbaron el sueño del extraterrestre propio.
Hoy, la multiplicación de cámaras, los celulares inteligentes y la sociedad conectada a internet  -más allá de algún ovni aislado que se avistó recientemente en Londres (?)- demostraron objetivamente que todo el oscurantismo y la cultura del boca a boca respecto a la posibilidad de un alienígena fueron construcciones sociales complejas que escondían, enmascaraban, la verdad: la verdad está acá adentro, y tenemos que creer.
Estamos solos, y es desolador.

Las crisis y los extraterrestres están interrelacionados. Tendría que estar becado por el Conicet para emitir un paper que acredite mi razón, la valide, pero no importa, es así. No me voy a preocupar por demostrarlo (?). Cuando no hay justicia, voto popular ni televisión por cable la gente rápidamente ve ovnis. Y está bien que así sea, si la solución no está acá, está afuera, eso vendría a ser la religión de alguna manera, ya lo dijeron Mulder & Scully: The Truth is Out There; I Want to Believe.

Está fuera de discusión que la cultura popular de los setentas y primeros ochentas está atravesada por la posibilidad cierta de vida extraterrestre, un verosímil fuertemente arraigado de que alguien está ahí afuera: “Fabio Zerpa tiene razón, hay marcianos entre nosotros”. Nuevediario, José De Zer, seguime chango, seguime.

Los extraterrestres pueden ser malos como en V: Diana comiéndose una rata, la resistencia frente a los lagartos, Donovan & Julie, o como Alien, el octavo pasajero. O pueden ser buenos, en tono épico, como ET, Thor y Superman (?), o de comedia, para toda la familia: de Alf a Mork & Mindy. Más acá hubo una película imposible llamada Las Locuras del Extraterrestre, con un ET siniestro y argentino, y el ya clásico Monguito, fiel compañero de aventuras de Olmedo y Porcel (?).

Lo cierto es que 30 años atrás la posibilidad de vida extraterrestre estaba presente, comunidades enteras rodeando el Uritorco, el hombre de la bolsa, el chupacabras, el hombre gato y la reencarnación. Todo parecía anunciar que había algo más allá, para bien o para mal, destructor o salvador, solemne o gracioso, hostil o amistoso. Las evidencias: campos quemados en formas geométricas, luces de irregular trayecto en el cielo con diamantes, alguna pisada inexplicable del tamaño de un yeti, la abducción de un tío de un tío de una tía.

Así las cosas, hay muchos tangos de Piazzola Ferrer, circa 1970, que recogen la dinámica del alienígena: “Renaceré, renaceré, renaceré, y una gran voz extraterrestre me dará la fuerza antigua y dolorosa de la fe” “tendré un clavel de otro planeta en el ojal porque si nadie ha renacido yo podré” “un día las venucinas llegaron a buenos aires con unas sombrillas claras” “de su planeta de hembras caían por los espacios, hermosas pibas, y extrañas” “¡y un sideral subterráneo Plaza de Mayo a Saturno!”.

La autopsia falsa al falso extraterreste de un falso Chiche Gelblung fue el límite. Con esa escenificación mortuoria en Roswell, Nuevo México, falsa, se asesinó la inocencia de un pueblo. De un martes al otro Memoria, y la revista Conozca Más, arrumbaron el sueño del extraterrestre propio.

Hoy, la multiplicación de cámaras, los celulares inteligentes y la sociedad conectada a internet  -más allá de algún ovni aislado que se avistó recientemente en Londres (?)- demostraron objetivamente que todo el oscurantismo y la cultura del boca a boca respecto a la posibilidad de un alienígena fueron construcciones sociales complejas que escondían, enmascaraban, la verdad: la verdad está acá adentro, y tenemos que creer.

Estamos solos, y es desolador.