No hace falta ningún test psicotécnico para darse cuenta de que Javier Milei vive bajo una sombre de inseguridad personal, agresividad, megalomanía e ira contenida que tarde o temprano sale a la superficie.

Da cuenta de ello que no acepta ninguna crítica u observación sin ponerse a la defensiva y atacar a quien le marca algo, y cómo al hacerlo se ubica en un pedestal, como si nadie estuviera a su altura para discutirle.

Esta vez le tocó a Gerardo Morales, quien encarnó el rol de vocero de la Unión Cívica Radical, que marcó en Milei un límite para los acuerdos electorales.

Como era de esperar, el libertario no se guardó nada y lo llamó “pobre hombre”, "insignificante" e “ignorante”.