Durante los “felices noventa” experimentamos que los capitales eran  extremadamente volátiles en la Argentina, aquella que presionada por sus bajas tasas de ahorro especuló apostando a la apertura incondicional de los mercados, sin resultados consistentes con los esfuerzos realizados.

Es necesario replantearse el periodo y el modo en que fueron gestionadas todas las relaciones financieras, durante los últimos veinticinco años.

Las políticas  seguidas por sugerencia de los organismos multilaterales de crédito en el transcurso de “los felices noventa” terminaron de una manera abrupta, aunque no inesperada. Las políticas posteriores al desastre post 2001, no han dado pie con bola. Quedó demostrado que somos un país muy vulnerable en un contexto de “liberalización”, pero no generamos ningún atractivo para retener el producto de los buenos tiempos posteriores.  
Durante el año 2001 los capitales  huyeron de Argentina  en unos cuantos “clic” de ratón. Esas transferencias generaron la más espantosa situación de crisis de todas las registradas desde el comienzo de la globalización de los mercados mundiales. Ese fenómeno que se llama “fligh to the quality” (vuelo hacia la calidad), no registraba un antecedente de mayor velocidad en Argentina, hasta el periodo 2007-2011, donde se batieron todos los récords de “fuga”, habidos y por haber.

Paradójicamente en el año 1997 (antes del default ruso), el déficit de cuenta corriente argentino venía mostrando una tendencia creciente, diferente a los saldos positivos experimentados durante la “década ganada”. Aquel déficit, resultado del desequilibrio que observaban las cuentas públicas, en medio de la burbuja argentina, no ofrecieron por parte de las autoridades económicas ni políticas la mínima vocación de reducción, como se exige ahora. Los funcionarios de los equipos económicos “noventistas”, aparentemente ortodoxos, sólo realizaban declamaciones mientras permanecían en sus cargos. - ¿Docilidad política o colaboración en los disparates? –

Mientras la economía crecía en los noventa, todos los economistas del sector público y muchos simpatizantes privados, miraban para otro lado con “el tema del gasto”.

Memoria, justicia y verdad en la economía:

Entre el segundo y tercer trimestre de 1998, de crecer entre 8 y 10 por ciento trimestral anualizado, pasamos a caer 10 por ciento trimestral anualizado. Fue como dar marcha atrás a 100 Km. por hora, cuando avanzábamos a 180 Km. en quinta velocidad.

Más adelante no necesitamos más contratiempos externos para fracasar. Los argentinos entramos en campaña política, como ahora, y adicionalmente comenzamos a soportar el conflicto por el poder, entre dos cabezas del partido mayoritario (Menem-Duhalde). El resultado electoral 1999 resulto en triunfo de la “Alianza”, que curiosamente afianzó la política económica que en su discurso previo había propuesto modificar.

Con el nuevo Presidente de la Nación (DLR) llegamos a  transitar el periodo económico y social más groseramente ineficiente de la historia contemporánea.

Un gabinete de ministros  “de lujo” con cuatro economistas elogiados por  la prensa financiera, los banqueros y empresarios internacionales, más un presidente del BCRA ideólogo mimado por el sistema financiero y consultores de entidades financieras, este era el quinto economista asegurador de la continuidad “primer mundista”. Tres de esos ministros fueron despedidos y uno renunció, todo esto sucedía entre 8 y 9 meses antes de la debacle. Con la sucesión de disparates que cometió el último equipo, capitaneado por Cavallo y secundado por otros desfachatados que aun aparecen en TV, llegó el desenlace de una crisis sistémica financiera, agravada por la mencionada vulnerabilidad a la cual nos expusimos.

Habíamos enfrentado el desafío de tornar compatibles la liberalización vertiginosa y la estabilidad política y social en un país con menos de dos décadas de democracia. La liquidez que devengamos y la solvencia cacareada ejerciendo las inflexibles reformas de 1994, con el objeto de   fortalecer la banca, no pudieron sostener el sistema financiero en pie-que según el economista más popular en 2001, íbamos a exportar al mundo entero. Incluso con un auxilio dadivoso, aunque inconsistente con la filosofía conductiva del BCRA, ni los bancos internacionales escaparon al desbarajuste. Es manifiesto que los funcionarios de aquella administración, como los anteriores,  no se identificaban intelectualmente con ningún  ejercicio intervencionista ni dirigista.

No obstante otorgaron redescuentos en el intento de salvataje de entidades, que se hicieron en esa dirección, aunque algunos críticos mordaces ya se olvidaron. La rigidez expuesta por el BCRA con la aplicación de normas del Banco Internacional de Ajustes de Basilea (Circular 2180) en 1994, igualando a las PyMEs con grandes corporaciones fue un desastre. El sometimiento de la producción y el trabajo para fortalecer el sistema financiero, resultó un atractivo insuficiente para que los ahorristas se queden en el sistema.

Todavía usted se pregunta: ¿Porque se fugaron 80 mil millones de dólares en 4 años? Pues por la misma razón que se lo llevaron con un gobierno ultra liberal, no se deje mentir. Argentina tiene fama de ser un país interesante para “ganarla”, pero hace más de 40 años que no asiste para “guardarla”. Recuperar y atraer los capitales argentinos-antes que los extranjeros-, ese es un ineludible desafío.