Como si una reunión de tres horas modificara en algo un día a día muy complicado, Antonio Laje se mostró fuera de sí porque Matías Tombolini reunió en su Secretaría a expendedores y fabricantes de figuritas, el boom que detonó en las calles y las redes sociales semanas antes de la Copa del Mundo.

Pero todo vale para que Laje saque a relucir su odio visceral al Gobierno y -exceptuado a Sergio Massa- reparta palos a diestra y siniestra por un tema tan menor que no debería ser tomado en cuenta pero que le sirve para reforzar la idea de que se pierde el tiempo en esas cosas en vez de resolver lo importante.