Fue un truco que, en alguna medida, dio el resultado que el macrismo esperaba: evitar que los diarios del lunes, cuando las elecciones estaban aún calientes en la conciencia del electorado, dieran la fatídica noticia en tapa y con grandes títulos.

En la noche del domingo 13 de agosto pasado se tomó la decisión: detener el ingreso de datos en el sistema electoral; datos que, como sabía el oficialismo, eran los correspondientes al conurbano y favorecían la performance electoral de Cristina Fernández de Kirchner.

Con poco más del 95 por ciento de los votos escrutados, que correspondían a la totalidad del interior del territorio bonaerense y a un porcentaje menor del Gran Buenos Aires, el candidato de Macri, Esteban Bullrich, obtenía lo mejor posible: algunas centésimas de ventaja sobre la entonces precandidata a senadora por Unidad Ciudadana.

Lo peor posible para Cambiemos era, de última, un ‘empate técnico’ entre ambos precandidatos. Y aquel y este fueron los títulos con la ciudadanía se fue a dormir ese domingo y/o despertó al día siguiente. La sangre no había llegado al río.

Más de dos semanas después, cuando el calor electoral ha menguado, el triunfo de Cristina por más de 20 mil votos no debiera causar el mismo efecto; o, al menos, no resulta tan dañino para las expectativas que el macrismo ha puesto en octubre. Al menos eso es lo que el Gobierno espera.

Fue una trampa que, como se dijo, dio el resultado previsto: relegar a las páginas interiores de los diarios el triunfo opositor en el principal distrito electoral del país. Y a las consecuencias mediáticas de sus actos, como se ve –otra vez–, se reducen las aspiraciones oficialistas.

Habrá que ver cuánta o cuán poca influencia tiene este inevitable resultado electoral entre buena parte del electorado que en las Primarias optó por Sergio Massa y Florencio Randazzo y, sobre todo, entre los cientos o decenas de miles de bonaerenses cuyas dudas puede que sigan vivas hasta el 22 de octubre.