La comunicación ante un golpe de Estado
"Entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados...", escribió Arlt en el prólogo de Los Lanzallamas para graficar la urgencia y la rabia con la que a veces se debe escribir. Venezuela ardía este lunes de madrugada y los periodistas argentinos dormíamos, o dudábamos frente a un computadora si publicar o no, si confirmar o no aquellos datos que llegaban del norte de este país grande que es sudamérica.
No me refiero a las guardias periodísticas nocturnas de los sitios de internet de los grandes medios, de ellos no espero nada, ni como periodista ni como lector. Hablo de los nuestros, entendiendo por "nuestros" a los medios en los que nos jactamos trabajar en este cambio de época, político y comunicacional.
Recién a las doce del mediodía algún medio web nacional publicó, porque Telesur se arriesgó a hacerlo: "Habría al menos cuatro muertos". El lunes de noche, las redes sociales ardían deseosas de noticias más que posteos. Reclamaban la reacción de Unasur, reclamaban a los periodistas la confirmación de ciertas noticias que circulaban en Venezuela. Y que seguirán circulando en los medios denominados alternativos, siempre antes que "los nuestros", si seguimos autocensurándonos -que es la peor de la censura, a decir de Galeano-, en vez de chequear en medios alternativos y jugarnos a titular: "Intento de golpe de Estado en Venezuela".
El otro soy yo, dicen las Madres y la presidenta lo adaptó a La Patria es el otro. Para el periodista, el otro debe ser uno como lector. Hoy, esos lectores que somos cuando no trabajamos, tienen la imperiosa necesidad de que publiquemos con urgencia. No podemos quedar pegados a los grandes medios, o lo que es peor: ir detrás de ellos en las noticias que se buscan como ciegos en una bodega, cuando la democracia está en riesgo. O después no chillemos cuando nos dicen, como a políticos, "son todos iguales, son lo mismo".
¿Porque si la Radio del Sur o el sitio Aporrea.org publican que hay muertes, ningún medio argentino publica esa información hasta las 12 del mediodía del otro día? ¿No es que somos periodistas independiente, diferentes a esos medios que dicen no seguir la pautas y agendas de los mass media? Entonces, ¿por qué no confiamos en ello y el principio básico del periodismo que pregonaba Walsh para publicar una noticia?
A ver si él esperó que un medio grande publicara el testimonio de Livraga -"el fusilado vivo"-, para publicar por entregas en un medio mediano la historia de los fusilamientos de los basurlales de José León Suárez que el tiempo convirtió en "Operación Masacre", la biblia del periodismo.
Si La Nación espera 24 horas para titular la noticia de que hay 7 muertos en Venezuela tras la ola de violencia que desató el violento pronunciamiento de Henrique Capriles y los tuits de integrantes de sus equipos de trabajo. Y titula así el diario centenario en su edición papel del miércoles: "Se radicaliza la crisis en Venezuela: 7 muertos", y en la bajada reza: "Ofensiva del gobierno para neutralizar a Capriles". Para el jueves dedicarle sólo un recuadro pequeño en tapa, que anuncia que por fin Capriles "presentó el pedido formal ante la justicia electoral".
Si Clarín titula (el miércoles): "Tensión en Venezuela y el gobierno denuncia 7 muertos". Y en la bajada: "...Maduro prohibió las marchas en Venezuela", y hasta publica la respuesta de Capriles al pedido de la presidenta argentina para que Estados Unidos reconozca el gobierno electo. "Que nos pague la platica que nos debe", cita Clarín a Capriles. Y el jueves ni siquiera llevó el tema a su portada.
¿Qué crisis La Nación? ¿Qué denuncia el gobierno Clarín? ¡Hay 7 uertos por la quema de Centro de Diagnóstico Integral y sedes del partido socialista! ¡Persecución a chavistas por el solo hecho de pertenecer al PSUV o llevar la vestimenta del partido de gobierno! Y eso es fascismo. Como es tan claro que lo que hubo el lunes a la noche en las calles de Caracas y todo el país fue el inicio de un intento de desestabilización: una intentona de golpe de Estado.
La comunicación, esa otra que pregonamos, debe alertar y anoticiar más rápido y con más celeridad, los hechos en los que el pueblo sigue poniendo sus muertos. Sólo así, pondremos nuestras yemas de los dedos al servicio ya no de la defensa de un país y su democracia, sino de los hechos que ponen en riesgo la vida de las personas. No se pide mucho: no dudar, coraje, valentía, riesgo, no especular ni esperar a que lo publique otro, un medio más grande.
Sólo eso: al menos para saciar nuestros calambres de culpabilidad, como decía Cortázar, porque no nos jugamos ni el cuerpo. Eso, y la vida, se la juegan otros. El lunes por la noche en Venezuela, hace diez años en las calles de Buenos Aires o hace treinta y pico en cada rincón de este y otros países.
El otro que somos -la Patria-, requiere celeridad y el ejercicio urgente del relato más cercano a la realidad que podamos escribir, contar, televisar. Nada más que eso espera de nosotros, los periodistas.