Este es el problema de las medidas que buscan contentar a un sector de la población con fines electorales, que en cuanto se escuchan las críticas se alivianan las medidas punitorias y termina por ser un chirle que no conforma a nadie, ni a los que las apoyaban ni a los que se oponían.

Soledad Acuña quedó envuelta en la polémica al anunciar la prohibición del uso del lenguaje inclusivo en las escuelas, dando de lleno con la cartelería y con las normas que tenía hasta ese momento el gobierno porteño.

Pero ahora su reparación es más sorprendente que su imposición, ya que en una entrevista hizo una encendida defensa del lenguaje inclusivo y llegó a decir que se siente parte del colectivo feminista.