El chiste fácil de jugar con las palabras al referirse a los impuestos Brutos y acusar de brutos a quienes los aplican, le pareció una genialidad a Fernando Iglesias.

Tan es así que en su discurso en la Cámara de Diputados utilizó la formula creyéndose el más irreverente de la sala. Lo que no esperaba era una respuesta tan contundente.

Le bastó a Hernán Pérez Araujo indagar en lo que ocurre en las distintas provincias gobernadas por el radicalismo o en la Ciudad de Buenos Aires, para que ese relato de Iglesias caiga como un castillo de naipes.