Gane o pierda, Mauricio Macri no quiere dejar cabos sueltos hasta que termine su primer o único mandato. Y entre esos varios cabos que pretende atar antes del 10 de diciembre próximo hay uno que lo desvela, ya que forma parte de los compromisos asumidos con el FMI.

Con la colaboración de sus aliados en el Congreso, como Miguel Ángel Pichetto, logró sacar la reforma previsional y otras leyes adecuadas para sus políticas de ajuste, pero la reforma laboral no pudo ni podría, dado el costo político que le acarrearía. Al menos antes de las elecciones.

Pero es un tema que está en ceja y ceja del propio Macri, del Fondo y de las grandes patronales locales e internacionales –incluido el Presidente en tanto tal–, ya está previsto que la saque por decreto antes de fin de año.

Si gana, no tendrá por qué contenerse con nada que tenga que ver con terminar de pulverizar los derechos laborales que aún quedan; y si pierde, será una especie de desquite o legado con el que se habrá dado su último gustito.

Las opciones, en definitiva, son dos: si gana, habrá obtenido el capital político para hacer pasar por el Congreso su aspiración de "modernización de la legislación laboral", y en caso de perder siempre estará disponible un DNU para concretar el blanqueo laboral, la reducción de las indemnizaciones, la modificación del sistema de obras sociales y la vuelta de las AFJP.