Cuando la derecha trae estos temas al debate público surgen las voces más conservadoras de la sociedad, pero cuando lo hace la ultraderecha se escuchan los argumentos más delirantes, perversos, malintencionados y dañinos posibles.

Nicolás Márquez es un personaje que sino existiera, el progresismo lo tendría que inventar. Sus razonamientos son tan brutales y falaces que se desdicen ellos solos.

Pero Márquez tiene la habilidad no solo de presentar la defensa más endeble posible sino generar desagrado al escuchar las comparaciones que usa.