Los trabajadores no pueden esperar más y se congregaron en la marcha de la central obrera esperando que sus representantes anunciaran la fecha de la medida de fuerza tan esperada, el paro general que aparece cuando los abusos del poder político avasallan los derechos más primarios de la gente.

La decepción se transformó en ira y la ira se verbalizó en un reclamo único y espontáneo: mientras el miembro del triunvirato de la CGT intentaba mantener las formas, las bases estallaron con el grito inmediato. Para colmo, la palabra de Daer resbaló nerviosa deslizando que ni siquiera sería el final de marzo el umbral para determinar la medida de fuerza. No se lo perdonaron y tuvo que huir, entre la bronca de sus supuestos representados.