En su última columna periodística, Mario Vargas Llosa hace una larga introducción de los padecimientos que sufre Venezuela para hablar de las elecciones argentinas, su verdadero objetivo.

Describe cómo una inflación galopante ha destruido al bolívar y cómo la economía cotidiana de los venezolanos se volcado al dólar para no perder más de lo que ya perdieron. Y sugiere, hacia el final del artículo, que ese es el destino argentino si la elección general de octubre confirma el resultado de las PASO.

El extraordinario novelista peruano –nobleza obliga– no se da cuenta o pretende no darse cuenta de que las diferencias entre Venezuela y la Argentina de Mauricio Macri responden solo a una cuestión de grado.

Al hablar de la inflación y de la dolarización de la economía venezolana no está hablando de lo que vendrá en un eventual gobierno de Alberto Fernández sino de lo que, paulatinamente, venimos padeciendo los argentinos desde hace tres años y medio.

Vargas Llosa no puede desconocer que nuestro país aparece tercero en el ranking de las naciones con más inflación en el mundo, detrás de Venezuela y Zimbabue y apenas por encima de Irán y Sudán (sin contar la última devaluación).

“Por desgracia, no solo Venezuela retorna a la barbarie. La Argentina podría imitarla si los argentinos repiten la locura furiosa de esas elecciones primarias en las que repudiaron a Macri y dieron quince puntos de ventaja a la pareja Fernández-Kirchner”, advierte el excomunista, hoy liberal converso.

Tras calificar mesiánicamente como “desvarío” la decisión de las mayorías argentinas, pretende embellecer al macrismo: ¿Qué falló en las decisiones económicas de Macri?, se pregunta. “Yo pienso que el llamado ‘gradualismo’, el empeño del equipo de Macri en no exigir más sacrificios a un pueblo extenuado por los desmanes de los Kirchner”, se responde.

Así, Espert y Milei le otorgarían un nuevo Nobel: el de Economía, si de ellos dependiera.

Luego define al de Macri como el gobierno “más competente y honrado que ha tenido el país en mucho tiempo”, cuyo único y fatal error fue no haber exigido mayores sacrificios y no haber infringido mayores dolores al pueblo que, de ese modo, lo hubiera votado mayoritariamente, de acuerdo a este intelectual latinoamericano.