El origen surgió de una iniciativa de la agrupación H.I.JO.S. y de la Universidad Nacional de Arte cuando el Tribunal Oral Nro 10 prohibió el uso de cámaras de fotos y de video en los Tribunales: invitar a dibujantes a sumarse a registrar con sus trazos lo que estaba ocurriendo en la Sala.

Paula Doberti y Eugenia Bekeris son algunas de las artistas que se sumaron al proyecto, pero las únicas que lo llevaron hasta el final, dando constancia de lo ocurrido, concurriendo infaltablemente a cada audiencia, y haciendo carne en sus retratos el horror que presenciaban en cada relato.

Durante diez años dibujaron a víctimas testigos, perpetradores y genocidas en los procesos judiciales, captando las expresiones, el dolor, la angustia y el silencio que surge de las palabras que acompañan los retratos en el libro que compila todo su trabajo.

Cada dibujo es un documento, y la suma de todos conforma un archivo que registra con la belleza del dolor más profundo todo el horror que puede caber en una mirada.