Más allá de la mirada machirula sobre el cuerpo de una mujer como la que los ocupó un buen rato, con los comentarios socarrones de Alfredo Casero, el punto central era el valor de las prendas que usó la vicepresidenta en el acto.

Primero la criticaron por el valor de su abrigo en su anterior aparición, y ahora porque en éste usó uno de menor valor. Pero nunca analizaron que ella no hablaba de lo particular sino de lo colectivo.

Como si setenta años no hubieran pasado todavía no resolvieron su indignación por ver a Eva Perón vestida con joyas y defendiendo los derechos de los más necesitados.