Con el odio y el hastío como banderas, un grupo de nueve personas -las mismas que se congregaron con cacerolas en la Residencia de Olivos- se auto impusieron la tarea de moralizar el país a su gusto particular.

Así se atrevieron a escrachar al ministro Ferraresi, y se vanagloriaron de eso, y a adelantar que están dispuestos a escrachar a cualquiera que no haga lo que ellos quieran.

Tal grado de insensatez es el que alcanzaron que apuraron al diputado cordobés de la UCR, un exponente de la derecha liberal del radicalismo, amenazándolo con que lo iban a ir a buscar si votaba alguna de las propuestas del oficialismo.