De todos los temas habló Aníbal, con la precisión y la vehemencia que se le conoce, sin escaparle a los nombres propios ni a los escenarios posibles de escalada de la violencia en el país.

Primero desmintió haber estado en el país cuando sucedieron los asesinatos de Kosteki y Santillán en el Puente Pueyrredón.

Después negó las palabras de Emilio Pérsico sobre un posible estallido social, y finalmente enfrentó las frases incendiarias de Espert y Milei.