La decisión de Mauricio Macri de apoyar la candidatura de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires, fue anunciada por el propio jefe de gobierno porteño quien se esforzó por mostrarse a favor de impulsar al líder del Frente Renovador el próximo 27 de octubre para el parlamento, pero dejó en claro que luego continuará construyendo su candidatura presidencial para el 2015. “Mientras sigan apareciendo en los palcos del massismo personajes como Alberto Fernández, el PRO nunca podrá construir una fuerza política conjunta, porque el kirchnerismo es el pasado al que no queremos volver”, declaró el padre de Antonia.

Lo efímero de esta alianza electoral entre renovadores y macristas sólo se compara con la también publicitada candidatura conjunta de Lilita Carrió y Pino Solanas en la ciudad de Buenos Aires, de la que el cineasta renegó incluso antes de las Primarias de agosto, cuando declaró que esa coalición “se termina después de octubre” e independientemente de cuál fuera el resultado de las urnas.

Está visto que varios sectores de la oposición tienen problemas para hilvanar una propuesta que se erija en una alternativa contundente para derrotar al Frente para la Victoria, sin caer en los viejos vicios de los tradicionales opositores al peronismo que visualizan en este tipo de acuerdos pre-electorales el único modo democrático de derrotar al partido creado por el General Perón.

Seguramente el recuerdo más fresco de esta praxis política sea la Alianza entre radicales y frepasistas,  que terminó con el menemismo luego de una década de destrucción del aparato estatal y corrupción estructural. Claro que para ser justos, el ejercicio de memoria no sólo debería retrotraernos al triunfo de la fórmula De la Rúa-Alvarez, sino también a la patética gestión desplegada por aquel gobierno, que terminó derrumbándose en medio de la peor crisis de la historia contemporánea argentina.

En el otro extremo del espectro ideológico afloran los partidos de izquierda, de los que emergen con una más que aceptable performance electoral en las recientes PASO las organizaciones políticas filo-trotskistas que mantienen un discurso coherente desde hace treinta años, pero no parecieran conformar para las mayorías una alternativa de poder viable dentro del actual sistema capitalista al que incomprensiblemente los habitantes de este planeta maltrecho por imperio de sus efectos nos empecinamos en sostener.

Las posturas están claras. Los que desean seguir disfrutando de las cada vez menos sugerentes bondades del capitalismo, encontrarán en los candidatos kirchneristas una alternativa seria que promete la continuidad de los muy buenos logros obtenidos durante esta década, aún en el marco del corset impuesto por el sistema, condimentada con un discurso progre destinado a contentar la conciencia de clase de los advenedizos izquierdistas que lo idealizan como el único garante de la utopía socialista.
Y aquellos que todavía sueñan con ese mundo postcapitalista caracterizado a la perfección por aquel alemán cuyas ideas inspiraron el inicio de los procesos revolucionarios en centenares de lugares donde paradójicamente nunca pudo cristalizarse realmente la esencia del socialismo, podrán hallar en el Frente de Izquierda y los Trabajadores, la opción más interesante sin temor a equivocarse.