Venía gorileando como un campeón hasta que patinó en la primera curva. Tal vez por sentirse en territorio amigo, por creer que el canal de La Nación lo debería proteger de ataques inesperados, no vio venir la estocada que lo dejaría expuesto.

Bastó que al terminar su perorata de que la culpa no es de la existencia del Banco Central sino del manejo que de él han hecho históricamente los peronistas, alguien lo confrontara con el hecho de que los radicales en el poder no han dado muestras de poder controlar la inflación, para que a Fernando Iglesias le cambiara la cara y empezara a balbucear buscando desesperadamente una salida.