“Listamos nombres, direcciones, cargos, empresas, montos y dominios de autos. Hicimos un chequeo de cada uno de ellos y llegamos a varias conclusiones. Todo en silencio. Así conformamos una potente base de datos con el detalle de cada movimiento de los que estaban registrados en diez años de anotaciones, que aspiramos a compartirla online en algún momento…”

Sintetizando, con esas palabras explicó el periodista Diego Cabot cómo fueron los hechos que derivaron en el megaoperativo y en la megaoperación encabezada por el juez Claudio Bonadio, sobre las supuestas coimas recibidas por funcionarios durante los gobiernos kirchneristas, vinculadas a la obra pública.

En lo que respecta a lo estrictamente profesional, en principio llaman la atención dos situaciones: que el diario La Nación no haya aportado al periodista más que dos pasantes de periodismo para avanzar en la investigación sobre los famosos cuadernos que recibió en enero pasado, y que en lugar de publicar las conclusiones las haya entregado al magistrado.

Dada la relevancia del material que Cabot tenía en manos, cabía esperar que el diario aportara sus mejores profesionales en la materia; sin embargo, “convoqué a dos alumnos de la Maestría en Periodismo de la Universidad Di Tella (UTDT) y La Nación” para llevar adelante la investigación sobre esta “semejante prueba”, dice Cabot en su “historia detrás de la historia”.

“Semejante prueba” parece no haber sido suficiente para sus superiores en el diario, quienes decidieron no destinar recursos al trabajo del periodista sino, más bien, un consejo: entregá todo a Bonadio y vemos qué pasa…

La Nación actuó en forma diametralmente opuesta con los Panamá Papers y sus derivados: destinó sus mejores hombres y sus recursos a una investigaron que se hizo en silencio, casi en secreto, para luego publicar una larga y pormenorizada denuncia sobre la cual la Justicia terminó actuando.

En efecto, jueces y fiscales recibieron la información luego de que el diario argentino y el resto que participó en la investigación publicaran sus primicias. Un ejemplo de trabajo profesional con las pruebas materiales con que contaban.

Con los cuadernos de Centeno, La Nación hizo lo contrario: entregó los papeles al juez y luego publicó las consecuencias del accionar judicial. Desperdició una primicia periodística supuestamente trascendental para la política y la sociedad argentina. Algo reñido con las reglas básicas del periodismo profesional y empresarial, incluso con el sentido común.

Es que, concretamente, esos cuadernos carecen de toda materialidad. Y es lo que puede trabar las ambiciones de Bonadio y el Gobierno. Dicho de otro modo: el magistrado debe hallar pruebas materiales de los escritos de Centeno para avanzar con la causa.

Y de hallar alguna encontrará que, como en el caso de los Panamá Papers, el propio gobierno de Mauricio Macri y la familia presidencial pueden estar salpicados y hasta enfangados en la corrupción intrínseca a la obra pública.