Tras la elección perdidosa de Mauricio Macri comenzaron los pasajes de factura al interior del macrismo; no solo entre el Pro y sus aliados, como la UCR, sino también dentro de lo más duro y cercano al todavía Presidente.

Buscando enfriar la feroz interna, uno de los calificados como ‘mariscal de la derrota’, Marcos Peña, fugose a la Antártida, mientras Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y el propio Macri se sacan los ojos por comandar la oposición que se viene.

Pero todo ocurría más o menos a palacio cerrado, cuando vino a ocurrir lo inesperado: el golpe en Bolivia parece recrudecer las diferencias no solo electorales sino ideológicas dentro del heterogéneo aglomerado que Macri supo llevar a la victoria.

Las diferencias son claras y, por tanto, agudas: están quienes tozudamente se niegan a considerar el derrocamiento de Evo Morales como un golpe de Estado y hay quienes llaman a la asonada militar por nombre.

Entre los primeros están el Presidente y su ministro Jorge Faurie, además de numerosos cortesanos; y entre los segundos aparecen quienes, siendo parte del oficialismo en retirada, quieren salvar algo de dignidad al presentar en la Cámara de Diputados un proyecto para repudiar el golpe.

Este miércoles, diputados del radicalismo, de la Coalición Cívica que comanda o comandaba la hoy jubilada Elisa Carrió y hasta del Pro, consensuaron un proyecto de resolución que repudia “los ataques contra el sistema democrático” boliviano, al tiempo que condena las intervenciones policiales y militares en el país hermano.

Para algunos, una decisión de sentido político y de oportunidad, sino de pragmatismo liso y llano; para otros, una sorpresa mayor que ver a Gabriela Michetti aplaudiendo la marcha peronista.