Rafael Bielsa es además del hermano de Marcelo, embajador argentino en Chile. Este domingo escribió en el periódico El Mercurio esta emotiva despedida a Diego.

“Chau, no va más”, es el título elegido, como el tangazo escrito por Homero Expósito.

Chau, no va más

Nadie es héroe por haberlo pedido. Los héroes son los otros. Diego fue uno de esos seres nacidos para el esplendor de un solo amor, para la condena maligna, para la represalia desaforada, para el heroísmo desolado.

La pelota fue su única fidelidad. Los mismos que lo recluyeron, después lo juzgaron, lo condenaron y lo ejecutaron. Luego de su muerte, lo desmembraron y colocaron su cabeza en una pica. Él, jaqueado de gente, no se sentía menos solo.

Por eso siempre volvía al lugar donde había amado la vida: al fútbol. Por eso también se rebelaba contra el poder. Por eso debía retornar una y otra vez convertido en otro, en el mismo. Por eso iba hacia el fuego, como la pelusa del álamo, lleno de semilla por dentro, por fuera vacío de todo.

¿Dónde hay un héroe para escribir una tragedia? ¿Dónde, para describir la desdicha? ¿Dónde hay uno para aprender el arrojo, el éxito, la razón de los altares, la sinrazón del polvo, la oscuridad del anonimato? Había uno; ya no lo hay.

¿Cuándo supo Maradona que una vida feliz era imposible? ¿Cuándo su sabio organismo, prodigio de reflejos y de resiliencia, lo empezó a conducir al tobogán de una vida heroica, sin avisarle que allí solo hay curvas y contracurvas, espadas y bastos, incendios y aluviones, ases y dados?

Una poética no es posible sin una épica. ¡Él nos dio tanto coraje! Nos hizo sentir mejores. Parecidos a lo que soñamos ser y no a las ruinas que somos. Semejantes entre nosotros, hermanos por parte de zurda, de una misma sangre. Él nos mostró, mientras duraba, cómo se ve cuando miramos desde arriba. Con él visitamos palacios, nos tuteamos con sultanes, hundimos las manos en cofres de piedras preciosas, fuimos padres fértiles.

¿Que él nos arrastró a la miseria, a los andrajos, dicen? Pero. ¿cuándo pidió compañía? Subimos con él porque quisimos; fue culpa nuestra seguirlo cuando resolvía cambiar de idea.

Diego y la pelota se tuteaban con los dioses. Cabeza erguida, la vista en alto. Desguarnecían la retaguardia, la pelota y él. Aunque, ¿a quién se le hubiera ocurrido pensar en Ruggeri mientras desparramaba ingleses buscando el rincón de Shilton? El problema que tiene hablar con Dios es que se resiente el demonio. Y es paciente. Lo estaba esperando, ¿alguien no lo sabía?

Pero una y otra vez, tras días y semanas y meses sin agua y sin pan, Diego no se dejó morir. Se fue, pero volvió. Como una estación del año, como la primavera, como florece un capullo, como otro ciclo de las mareas. Sí. Nos creímos que era para siempre. Pero salvo la muerte, nada es para siempre. Ahora, tocó la muerte.

En la derrota, en el desastre, aparecen el carácter, el corazón, el espíritu capaz de lucidez, de sacrificio y de perseverancia. La humanidad descarnada del heroísmo. Diego fue un héroe mientras pudo, tormentoso y atormentado, que es mucho más de lo que podemos el común de los mortales. Fue por eso que fuimos tan felices. ¡Tan fraternalmente felices!

Hijo de su época, no padeció de escorbuto, ni necesitó de un sargento Cabral que le salvara la vida en San Lorenzo, ni se le pudrió la lengua como a Castelli. Pero sí de los excesos -hijo de su época-, de los saqueadores de energía, del efecto letal de la combinación de psicofármacos. También padeció de males tan eternos como la tierra y el cielo: la envidia, el oportunismo, las habladurías, las conjuras, las traiciones. Diego querido: ¡pensar que eran solo vos y la pelota, contra el mundo! Siempre lo fueron, lo son, y lo serán, para siempre. La pelota y vos.

Nadie muere acompañado, pero los héroes muertos mueren en la compañía de multitudes. Es lo menos que te podemos dar. No será ningún homenaje, apenas una devolución. Mínima, por lo que hiciste con nosotros cuando te lo permitieron las alas. Cuando los vientos soplaban y vos sabías hacia dónde ir. Cuando estaba el sol como regente, y vos eras el Capitán Diego, por el espacio, con tu nave de fibra hecha en Fiorito.

¿Cuándo, pero cuándo, cuándo alguien nos dio tanto? Ahora tu tierra es de lajas de olvido y pizarras de cinc. La nuestra, de recuerdo acongojado.

Diego Maradona, el fútbol y más allá del fútbol. Maradona: el fútbol se nos fue al más allá. Estamos todavía más solos.