En 1848 Mark y Engels escribieron en el Manifiesto Comunista “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo". Hoy podemos decir que un espectro está vagando por el país: el espectro del pacto Roca-Ruciman.

Cuando el gobierno impulsa desde el Mercosur la firma de un acuerdo con la Unión Europea que expone a la ya maltrecha industria argentina a una competencia desigual con  países de una economía desarrollada a cambio de algunas facilidades para la exportación de productos primarios (facilidades que se enfrentarán con los fuertes lobbies de los productores europeos), surge inevitablemente el espectro del pacto Roca-Runciman.

Ese pacto firmado el 1 de mayo de 1933 por el vicepresidente de la Argentina, Julio Argentino Roca (hijo) y el encargado de negocios británico Walter Runciman aseguraba una cuota de importación inglesa de chilled  inferior en un 10% al ya reducido volumen de 1932 a cambio de conceder enormes privilegios al Reino Unido.

Argentina aceptó la liberación de impuestos para productos británicos al mismo tiempo que tomó el compromiso de no habilitar frigoríficos de capitales nacionales y comprar todo el carbón a Inglaterra. Además se otorgó el monopolio del transporte en Buenos Aires. Como si eso fuera poco se condicionó la política comercial con otros países.

Lo peor del caso es que todo ello respondía a intereses sectoriales  (el de los ganaderos invernadores) y no al interés general dado que la exportación de carnes enfriadas a Gran Bretaña no tenía una significativa incidencia en el comercio argentino en total. La Argentina no era un país que exportaba un monoproducto y las exportaciones agrícolas superaban al total de las exportaciones ganaderas que incluían otros productos (ganado en pié, carne enlatada, carnes no vacunas, etc.) y tampoco las exportaciones tenían como único destino al Reino Unido. Claramente las condicionalidades con que fue afectada la economía argentina por la firma del Pacto, no se correspondían con la   magnitud del tema en juego, desde el punto de vista de la economía global del país.

 
Ahora vuelve a pasar lo mismo. Un eventual aumento de las exportaciones de productos primarios puede llegar a tener alguna importancia para un sector muy reducido de la población pero no es trascendente para la economía global que se verá fuertemente afectada por la apertura indiscriminada de productos manufacturados.
Aún más preocupante es que ni siquiera conocemos con alguna precisión los términos del acuerdo.  La Cancillería dio a conocer parte de los detalles dejando constancia que los textos se publican sólo con fines informativos y pueden sufrir modificaciones adicionales, además de que hay información remitida a Anexos que no son públicos o no están aprobados.

En realidad lo dado a conocer por la Cancillería no es el texto del acuerdo sino más bien comentarios sesgados para mostrar beneficios para el país, pero es sospechoso que se oculte el contenido completo.

Sí se conoce que la UE estableció cuotas (es decir cantidades máximas que se podrán exportar) para: carne bovina (99.000 toneladas), carne aviar (180.000 toneladas), carne porcina (25.000 toneladas), arroz (60.000 toneladas), azúcar (180.000 toneladas), maíz/sorgo (1.000.000 toneladas), miel (45.000 toneladas), etanol (450.000 toneladas), mientras que no existen límites para ningún producto que exporte la UE. Debe tenerse en cuenta que las cuotas se refieren a todo el Mercosur y no solo a la Argentina.

El informe de Cancillería consigna como un beneficio que “el acuerdo promueve la integración en cadenas de valor al facilitar la importación de insumos y piezas de eslabones anteriores de la cadena a precios más competitivos, transformarlos y poder exportarlos sin restricciones” pero cabe pensar en el destino de las empresas nacionales que producen esos insumos y piezas y si esto no es la forma de empujarnos a ser meros ensambladores agregando poco valor al producto final mediante mano de obra más barata que la de la UE.

En el capítulo servicios se consigna que ambos bloques se comprometen  a otorgar un trato no discriminatorio y sin restricciones de acceso a ambos mercados y el informe señala que ello potenciará aún más el sector de los servicios. Es dudoso que se fortalezca un sector desprotegiéndolo totalmente frente a un área de alta tecnología que cuenta con recursos enormemente más grandes que los existentes en el Mercosur.


Como en la década infame la conjunción de intereses sectoriales y el ciego seguimiento de la ideología librecambista nos lleva a los peores escenarios.

Como corolario a fines de la década infame, se hirió el orgullo nacional cuando el vicepresidente argentino, Julio Argentino Roca (h) en el agasajo que la delegación argentina le ofreció al príncipe de Gales, en el Club Argentino de Londres declaró que la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico.

 
Actualmente avergüenza que el gobierno argentino se congratule cuando el FMI aprueba la gestión porque se alcanzan los objetivos por ellos planteados para beneficio de los acreedores externos mientras que los índices que realmente importan como los que miden el crecimiento económico, la pobreza, la desocupación y la desigualdad muestran resultados lamentables.