Diciembre de 1988, luego de dos horas el jurado había aprobado la defensa de mi tesis de Maestría. Sin embargo un integrante me había reconvenido por mi énfasis en cuestiones sociales. Agradecí la devolución y me dispuse a dejar el recinto. Mi mentor y profesor de la ultima materia, Marcelo Diamand-que no quiso dirigir mi tesis-, dichosamente formó parte del tribunal. El Ingeniero se puso de pie y, con total desparpajo, me alcanzó y rodeó con su brazo mí hombro. Y, me dijo: “no les haga caso, usted siga preocupado por los asuntos sociales de la economía”. Lo conocía de antes, de la Cámara, yo era un pibito gerente financiero de Marshall y el era presidente de la electrónica Tonomac. Criticábamos a los liberales, el reflexiva e inteligentemente, tomando distancia del populismo. Lo admire mucho y lo admirare siempre.

Los  liberales que sobre el final corrieron por derecha a Macri, creían que un gobierno de ejecutivos seria un factor de orden. Esa esperanza se le contagió a una nueva clase media emergente de los años del kirchnerismo. Ilustres políticos de la UCR y derivados como la Coalición Cívica, mas una base de Menemismo residual, supo aculturar la razón empresarial o la ideología de la prosperidad, y acompañó una mezcla esotérico-marketinera.

En agosto de 2019 incurrimos en un nuevo default, sin observar su coherencia y sin haber interrogado con lucidez el problema y sus consecuencias. El reperfilamiento improvisado de la deuda ha dejado un tendal para Alberto Fernandez. Se aplazó el pago de las letras del Tesoro en forma compulsiva.

El plan de reperfilamiento no procuró resolver el riesgo de insolvencia fiscal intertemporal. La deuda-al dólar promedio-representa más del 100% del PBI. Quedan menos de u$s 6.400 millones de reservas de libre disponibilidad (Silvina Batakis). En este contexto hasta el FMI cree que la renegociación con acreedores privados será con quitas importantes.

En la Argentina de hoy precisamos flujos que puedan sufragar una enorme deuda externa, y de este modo hacer que sea sustentable. Aun luego del éxito que supone una homérica reestructuración ordenada, necesitamos abundante ingreso de dólares.

Diamand decía, los italianos exportan Fiat y consumen fideos. Los argentinos exportamos harina y comemos fideos. En Italia los industriales generan divisas, en la Argentina las agotan cuando crecemos.

En la Argentina  Los alimentos y los servicios están dolarizados. El salario en dólares se devastó. No imprimimos dólares que amorticen deuda y paguen alimentos ni prestaciones básicas. En la Argentina no se puede hacer todo con el mismo tipo de cambio.

Es ilusorio buscar pautas objetivas para la fijación del tipo de cambio, ya que el concepto del tipo de cambio real se basa en la premisa del libre comercio mundial que hoy, claramente no existe.

Si EE.UU. llegara a eliminar la protección, en este momento tendría lugar un violento aumento de las importaciones chinas y de todo el sudeste asiático. Hablamos de varias veces superior a las importaciones actuales. Dado el grado de endeudamiento estadounidense y la imposibilidad de seguir colocando títulos a China, eso es inviable.

Existen diferentes caminos para el dólar, en el interior de un plan economico amplio, que atienda la desdolarización de la economía y la recomposición de los ingresos.

Con un tipo de cambio que hoy es 5.5 veces mayor que el que fue en diciembre de 2015-sin contar las rebajas de retenciones que lo llevarían a ser 6 o más-; las exportaciones globales argentinas no han despegado. A esta altura, es obvio que con alto desempleo, caída de la actividad industrial y del salario, el manejo del tipo de cambio se encuentra lejos de haber resuelto los problemas de la macroeconomía.

Quedó demostrado que los altos precios del sector industrial no se deben a la ineficiencia de la industria, sino a su menor productividad con respecto al sector primario, para quien se fijó el tipo de cambio en los últimos cuatro años.

Las actividades industriales de los países tienen su propio nivel de productividad y, es el que es consistente con el grado de industrialización y desarrollo específicamente. Veamos sino lo que sucede en grande agrupaciones monetarias de países como la Eurozona. Examinemos y comparemos los ejemplos de productividad de Grecia y Alemania con un mismo tipo de cambio, para no complicarnos demasiado.

Una metalmecánica de argentina, no tiene chances de competir con una empresa china del mismo rubro. ¿Deberíamos eliminar esa fuente de trabajo, sin haber creado una naciente que la sustituya? El caballo va adelante y el carro detrás. Hace 70 años, los argentinos fuimos diseñados para relacionarnos con la vida del trabajo, estableciéndolo como una lógica para acceder al ascenso social.

En el caso argentino la restricción externa tiene como causa principal la carencia de exportaciones industriales, originadas en los altos precios relativos del sector industrial frente al sector agropecuario. Cuando hay tipo de cambio único y libre, este es el más adecuado para el sector agropecuario, una comunidad de negocios con ciertas ventajas competitivas emergentes de las condiciones naturales de la Argentina.

La fijación del tipo de cambio que toma referencia del sector más productivo como factor determinante, es lo que provoca la escasa actividad interna y consecuentemente exportación industrial, e inicia la cadena de acontecimientos que culmina con las crisis macroeconómicas recurrentes.

¿Cómo resolver este dilema?

El procedimiento más elemental consiste en establecer un sistema de cambios múltiples. Para esto es necesario establecer un solo tipo de cambio nominal, desde donde se pueda derivar el resto de la estructura cambiaria a través de retenciones a la exportación y derechos de importación. Es necesario incorporar también, promociones fiscales y financieras auditadas.

La salida de este menjunje de “tipos de cambio ciclista” (Dólar Oficial, Dólar Blue, Dólar Bolsa, Dólar Contado con Liquidación, etc.), a un sistema modificado, se logra dejando fijo el tipo de cambio comercial y, elevando solo el tipo de cambio nominal necesario para el exportador industrial.  Independientemente de esto, es imperioso establecer incentivos fiscales y monetarios, para promover la exportación de manufactura con valor agregado. Mediante un sistema de reembolsos y reintegros de impuestos (Drawback) estrictamente dirigidos a estimular la exportación de manufactura, por tipo de producto y por nuevos mercados. No es lo mismo el crashing de porotos de soja, que exportar productos con alto valor agregado. El BCRA debe establecer un sistema de prefinanciación, financiación y post financiación de exportaciones industriales, a tasas promocionales. La inversión fiscal es muy conveniente, los incentivos se siembran en pesos y la cosecha se colecta en dólares. El costo justifica la estrategia de apalancamiento operativo de las exportaciones de manufactura.

Sin reservas y sin crédito internacional, en default; la actual administración debería hacerle por lo menos un servicio al país mediante una adecuación compensada del tipo de cambio. En la cual se mantiene el tipo de cambo nominal actual para el agro y la minería, por medio de retenciones, y los tipos de cambio importadores de insumos son mantenidos también en su nivel anterior, mediante una reducción de los gravámenes suficiente para compensar el efecto de la adaptación.

La elevación del tipo de cambio nominal, la reducción de los derechos de importación de materia prima para la industria y las retenciones a la exportación, estarán en línea para lograr que los tipos de cambio importadores y el tipo de cambio exportador, conserven su nivel anterior y, para que varíen únicamente el tipo de cambio financiero y el exportador industrial.

Como la adecuación deja intacta la mayor parte de los tipos de cambios comerciales, su efecto sobre los precios internos se limitara a la influencia que pueda ejercer la variación del tipo de cambio exportador industrial y del tipo de cambio financiero. La influencia del incremento del tipo de cambio exportador industrial sobre los precios internos podría asignarse a algún efecto arrastre menos profundo que el que generaron las devaluaciones de estos cuatro años en los alimentos. Este efecto puede ser neutralizado también, clasificando los productos promocionados de modo que los nuevos incentivos que se establezcan acerquen los precios que percibe el exportador a los del mercado interno.

En términos reales habría varios niveles de tipo de cambio industrial, de acuerdo con el valor agregado y, teniendo en cuenta la sensibilidad del efecto arrastre que ofrezcan los distintos productos.

Referente al tipo de cambio financiero, el efecto principal de la devaluación seria elevar el costo del turismo exterior y de la formación de activos externos, al tiempo que se genera incentivo para el regreso de los capitales fugados. Estos aumentos no tienen efecto en los costos internos y son muy convenientes también, para desincentivar el gasto superfluo.

Una vez aplicada la adecuación compensada, se debería mantener una relación constante, entre los diferentes tipos de cambio y los costos internos mediante la institucionalización del Consejo Economico Social. Designada una comisión encargada de examinar le evolución, esta podría eventualmente corregir los desvíos, con un sistema “crawling peg” (micro devaluaciones progresivas y controladas), privilegiando la protección de la nueva estructura cambiaria, cuando accidentalmente los costos crezcan por presiones inflacionarias internas.

No es solo la corrupción sino la incompetencia y la despolitización  lo que se debe erradicar. La economía argentina necesita orden, continuidad y estabilidad cambiaria y monetaria. El uso del tipo de cambio durante estos años ha sido utilizado en forma abiertamente antidemocrática y, fuera del interés general.