En los diarios, la televisión y las redes sociales opina una serie de economistas que, salvo honrosas excepciones, no evidencia ningún conocimiento real de la ciencia económica o son solo voceros de operadores de las élites financieras, que con sus predicciones contribuyen al enriquecimiento de sus clientes.

En general se dedican a repetir incansablemente recetas ya numerosas veces ensayadas sin resultado positivo para el desarrollo del país, aunque sí para los negocios de determinados grupos económicos.

Sus conocimientos se reducen a la lectura, la mayoría de las veces apresurada, de conceptos emanados de los centros de poder económico pero sin ningún análisis crítico y sin propuestas originales surgidas de las experiencias de los países latinoamericanos. Tampoco tienen en cuenta, por desconocimiento o mala fe, el rico bagaje de estudios, análisis teóricos y propuestas formuladas por economistas argentinos y latinoamericanos que se preocuparon por entender nuestra problemática.

Quiero mencionar  tres casos de economistas argentinos que hicieron aportes significativos:

El primero es Raúl  Prebisch, quien comenzó su carrera siendo un brillante alumno de la Facultad de ciencias Económicas de la UBA y recibiendo una educación basada en la economía imperante en la época, pero luego explicó que “creía en todo aquello que los libros clásicos de los grandes centros me habían enseñado. Creía que todos los problemas del desarrollo se resolvían por el libre juego de las fuerzas de la economía internacional o de la economía interna, Pero era tan grande la contradicción entre la realidad y la interpretación teórica elaborada en los centros que la interpretación no solo resultaba inoperante cuando se llevaba a la práctica sino también contraproducente”.

Parece dirigirse a los charlistas económicos que hoy pululan cuando ya en los años 60 decía: “No se quiere leer, no se quiere pensar, se siguen repitiendo trasnochados conceptos del siglo XIX sin vigencia alguna con la realidad actual”

Sostenía que en América Latina es muy fuerte la propensión a importar ideologías, tan fuerte como la  propensión de los centros a exportarlas y exhortaba a valerse inteligentemente de lo que se piensa afuera y de la experiencia que allí se tiene, pero sólo como elemento formativo del propio pensamiento.

Con este tipo de ideas conformó el concepto de “centro y periferia”, que permitió un análisis rico y original de muchos de los fenómenos que se producían no solo en Argentina sino en América Latina y en general en todo el mundo subdesarrollado. Describió el deterioro de los términos de intercambio (es decir que lo que importamos tiene un ritmo de crecimiento de sus precios superior al ritmo de lo que exportamos) ya que traemos del centro productos elaborados y enviamos materias primas. Explicó este fenómeno por la diferencia de elasticidades de las demandas al efecto ingreso, es decir que mientras la demanda de los productos de la industria crece cuando mejora el nivel de ingresos de la población, la demanda de alimentos básicos no crece al mismo ritmo. Siempre se puede comprar más ropa, más electrodomésticos, más elementos de decoración etc. si se tiene con qué, pero una vez satisfecha la necesidad básica de alimentos no se querrá comprar más aunque se incremente el ingreso.    

Prebisch luchó contra la idea de que primero había que lograr el desarrollo económico para encarar luego las reformas sociales, sostuvo acertadamente que no habría desarrollo sin cambio de las estructuras sociales y advirtió que no habrá transformaciones valederas de la sociedad si se trata simplemente del acceso de nuevos titulares a los privilegios existentes. Denunció la injusticia social desde el punto de vista del desarrollo económico cuando decía que “el privilegio debilita o elimina el incentivo a la actividad económica, en desmedro del empleo eficaz de los hombres, las tierras y las máquinas.” Percibió que en América Latina la desigualdad de ingresos no se traduce en un fuerte ritmo de acumulación de capital, sino en consumos exagerados de los estratos superiores de la sociedad.

Prebisch, desde su cargo de  Secretario Ejecutivo de la CEPAL fue una figura central de la escuela estructuralista latinoamericana, una corriente de pensamiento que toma especialmente en cuenta las características reales de las situaciones que se analizan, incluidos sus antecedentes históricos relevantes, por oposición a practicar el análisis partiendo de un conjunto de postulados generales y abstractos cuya aplicabilidad se presume independiente del lugar, la época y la historia. Formaron parte de esta corriente muchos economistas prestigiosos como, Celso Furtado, Aníbal Pinto y José Medina Echavarría para mencionar solo a unos pocos.

En ese campo de la teoría estructuralista del desarrollo económico se destaca Julio Olivera, probablemente el más riguroso pensador argentino de la ciencia económica.

Olivera formuló la teoría no monetaria de la inflación contraponiéndola a la visión tradicional para la cual lo monetario es la única causa de la inflación, tanto que define a la inflación como el exceso de emisión de medios de pago. Si bien es cierto que la emisión descontrolada provoca necesariamente inflación también es verdad que la restricción monetaria y las altas tasas de interés no eliminan el proceso inflacionario, como se demostró en repetidas ocasiones en el país; sin retroceder en el tiempo basta con ver lo que ocurrió en el gobierno anterior.

Olivera reconoce que los fenómenos monetarios están relacionados con la inflación pero entiende que hay aspectos estructurales que desencadenan o alimentan la inflación. Por ello desarrolló con gran rigor la teoría no monetaria cuya versión simplificada es la siguiente: si se produce un cambio en los precios relativos de los bienes (fenómeno no monetario) podría aumentar el precio de los bienes que se apreciaron en términos relativos o disminuir el precio de los bienes que se depreciaron. Dado que en la realidad hay una gran resistencia a la reducción nominal de los precios, en la práctica se genera un incremento del nivel general de precios que no tiene un origen monetario. Este efecto es tanto más fuerte cuanto mayor la imperfección de los mercados y de mercados imperfectos la Argentina sabe mucho.

Olivera contribuyó a la creación del Plan Fénix al que, entre otros aciertos le puso el nombre, ya que se trató de un plan formulado en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA en el que se advertía que la economía argentina debía renacer de las cenizas en la que la había dejado el neoliberalismo en el 2001.

Otro eminente economista con pensamiento propio fue Aldo Ferrer quien afirmó: “Las ideas económicas fundantes de las políticas económicas de los países exitosos nunca fueron subordinadas al liderazgo intelectual de países más adelantados o poderosos que ellos mismos. Respondieron siempre a visiones autocentradas del comportamiento del sistema internacional y del desarrollo nacional. Cuando aceptaron teorías concebidas en los centros lo hicieron adecuándolas al  propio interés”

Ferrer desnudaba las debilidades del discurso globalizador, si bien reconocía que reflejaba cambios tecnológicos y el fenómeno de la financiarización de la economía mundial, advertía que en la globalización predominaban los intereses de los Estados más poderosos y que estaba enmarcada por reglas establecidas por los centros de poder mundial por lo que proponía una inserción inteligente que respondiera a los intereses nacionales.

Ferrer desarrolló el concepto de densidad nacional cuyos elementos son "la integración de la sociedad, los liderazgos con estrategias de acumulación de poder fundado en el dominio y la movilización de los recursos disponibles dentro del espacio nacional, y la estabilidad institucional y política de largo plazo."

Si bien podrían analizarse con cierta reticencia la actualidad de algunas de las afirmaciones y recomendaciones de estos tres economistas lo que debe elogiarse es la valentía y honestidad intelectual de sus ideas originales sin seguir a pies juntillas lo que viene de afuera. Gran parte de la economía ortodoxa pretende establecer leyes de carácter universal a la manera de las ciencias duras sin considerar que, dado el objeto de estudio que es la sociedad humana, no es posible aplicar esos términos que son ahistóricos, decir que sus leyes serían válidas en todo tiempo y lugar al modo de las leyes de las ciencias naturales a pesar de que la experiencia empírica probó que ello no es posible.

Estos economistas no son los únicos que antes y ahora defendieron y defienden posturas enraizadas en la problemática de América Latina, pero me pareció oportuno mostrar estos ejemplos frente a tantos charlistas económicos que repiten slogans foráneos.