Luego de seis horas de debate el tablero de la Cámara de Diputados marcó 145 votos afirmativos, 3 negativos y 90 abstenciones. Así quedó plasmado el poder de fuego de la oposición, como también la desorientación de un bloque oficialista que ni siquiera pudo votar en consonancia con sus propias declaraciones públicas ni con la línea explicitada por los principales actores del Poder Ejecutivo. 

Más allá que la norma que busca frenar la ola de despidos masivos no entrará en vigencia ya que será vetada por el Presidente, la derrota parlamentaria termina de dibujar un panorama complejo para el flamante gobierno. Sin capacidad de movilización y  sin fortaleza parlamentaria el gobierno nacional deberá asumir que comienza una nueva etapa que se tornará más beligerante a medida que se aproximen las elecciones de medio término. Sin la calle y sin el Palacio al PRO sólo parece quedarle el sostén mediático y de las grandes corporaciones para apuntalar su proyecto político.

Durante todo el periodo que duró el tratamiento de la ley en el Congreso el macrismo fue explorando diferentes alternativas.  En principio el objetivo fue impedir la sanción, luego reducir el costo político de un futuro veto y más tarde, ya con la cosa juzgada, la meta fue que Sergio Massa y el Frente Renovador no capitalicen la sanción de la ley. Es que el macrismo cree que el enemigo electoral es el Frente Renovador y no el Frente para la Victoria. Desde esa posición debe analizarse lo sucedido en las primeras horas del jueves en la Cámara Diputados. De esta manera se entenderá también el visible enojo de Sergio Massa con la bancada de la Alianza Cambiemos que en lugar de rechazar el proyecto, como había anticipado con la firma de un dictamen de rechazo, optó por abstenerse.

En ese contexto el macrismo se encargó de filtrar por los pasillos del Congreso que sus abstención busca terminar rápido con el tema “para no pagar un excesivo costo” por el veto presidencial. Sin embargo, si esto fuera cierto, el PRO desperdició la chance de cerrar la discusión en el Palacio Legislativo una semana atrás en la sesión especial convocada para debatir el texto impulsado por las cinco centrales sindicales y el FpV que se frustró por la falta de quórum.

Lo cierto es que con esta estrategia el PRO el asestó un golpe al Massismo. Massa buscó disimular la “derrota” de no poder imponer su proyecto e intentó contener a la tropa propia ante la posibilidad de una fractura en su bloque.  La oposición, más allá de lo que pase con las centrales sindicales una vez que Macri haga efectivo el veto, mide el costo político en votos. El Presidente tendrá que rechazar una ley aprobada por dos tercios del Senado y por 145 Diputados.    

 Quizá a fuerza de látigo y chequera el macrismo puede modificar su realidad parlamentaria. La misión parece compleja.  El termómetro en este caso será el Senado. Si la relación mejora, la coparticipación fluye, y los gobernadores – envío de fondos mediante- logran apagar los incendios locales, el Senado volverá a funcionar en consonancia con los deseos del Ejecutivo y, entre otras cosas, habilitará el debate de los pliegos de los ministros propuestos para la Corte Suprema de Justicia. Si esto no sucede el camino al 2017 será espinoso y estará lleno de vetos y de decretos.